El 21,6% de la población española ya está bajo el umbral de la pobreza. Y eso se nota en el Pato Amarillo. Una asociación madrileña que da comida a quien no puede comprarla. David es sólo uno de los cientos de personas que acude en busca de ayuda. Su razón es incontestable: "Vengo para subsistir". Vive con dos de sus cuatro hijos. A los otros dos hace mucho que no les pasa su pensión. Sus manos se han curtido en la obra. Allí trabajó David desde los 15 años. Nunca fueron ricos pero nunca les faltó techo, calor y comida. Ahora sí. Lleva 4 años en paro. Sólo piensa en el día a día. En que al abrir el frigorífico, quede algo de comida.

"Mis hijos en algún momento han pasado hambre. Algunas semanas han comido sólo huevo frito y tras levantarse han ido al colegio sin leche, solo con un vaso de agua", afirma David. "Aquí hay muchísima gente que se está muriendo de hambre, y que está pasando hambre, sobre todo los niños pequeños".

Sus hijos, menores de edad, son su prioridad. Por ellos recorre cada noche las calles de Madrid en busca de chatarra. Por ellos y con ellos. Cuando crezcan, sus hijos recordarán que ellos por la noche no dormían, que salían a la calle a por chatarra. Que en casa no siempre había un plato caliente esperándoles.

El caso de Vicente es muy distinto. Él era marchante de arte y disfrutaba una vida de lujos. Ahora nos enseña su nuevo hogar. Un albergue para sin techo en el que vive desde hace 8 meses. "En la habitación es donde dormimos, son habitaciones compartidas. Compartir tu cuarto con dos absolutos desconocidos es complicado. Lo que llevo peor son los ruidos, los olores de todo tipo..." Vicente antes tenía mucha ropa y otras muchas cosas. No hace tanto, su vida era muy distinta. Conducía un descapotable, vivía en una selecta plaza del centro histórico de Madrid y viajaba por el mundo comprando y vendiendo antigüedades. "He comprado piezas en Budapest, parís, Londres, Lisboa; tenía clientes en el Reino Unido y España".

Pero con la crisis el negocio se vino abajo y tras un problema con Hacienda le embargaron. Acabó viviendo en la calle. "Todo esto me lleva a estar 5 meses sin pagar el alquiler y los caseros me cambian la cerradura. No pude entrar en casa y me encontré en la calle y con lo puesto". "En el momento te pasa algo parecido a esto la gente te deja de tratar como a una persona para verte como un problema. Era como una pesadilla, yo creía que aquello no me estaba pasando, yo no me sentía capaz de reaccionar".

La llegada al albergue le ayudó a asumir su nueva vida. Sin nada. Vicente trata de salir adelante. Él y tantos otros como él. “Tenemos la imagen, yo la tenía al menos cuando las cosas me iban bien, de que todas estas personas que están en albergues venían de casos con problemas arrastrados de alcohol, drogas, divorcios; pero veo que no es necesario, que la situación económica está muy deteriorada, que la crisis no se soluciona y que lo que me ha pasado a mi le puede pasar a cualquiera".