Con el COVID -como con todo- hay que tener cuidado con los niveles de alarma. Después de Reyes, medios de todo el mundo nos trajeron una nueva amenaza, una nueva palabra con la que asustarse: 'deltacron'. Una variante mezcla de delta y de ómicron, que se suponía que podría ser aún más virulenta. Nos asustamos y luego no pasó nada. Porque deltacron no existe. Pero ¿de dónde surgió este mito? Nos lo cuenta en laSexta Clave el periodista José María Rivero.

Su origen está en un científico chipriota, Leon Dyoskonstinky. Un virólogo que, analizando muestras del virus, descubre mutaciones de las dos variantes en varias de esas muestras. El científico habló con una televisión chipriota y anunció su descubrimiento. Esa entrevista no solo la vieron sus compatriotas; también, la agencia 'Bloomberg', compañía que inunda el mundo de información, como hizo con esta cuestión. Y no tardó en expandirse pronto la idea de 'deltacron'. Pero en las últimas horas, la revista 'Nature' ha explicado que 'deltacron' no ha existido nunca.

Ya hubo dudas en su momento, pero nunca se puede ser tajante en la ciencia hasta que no hay investigación. La ha habido y se ha resuelto: 'deltacron' no existe. En todo caso, fue una exageración, un error. Pero ¿cómo es posible que algo que nunca ha existido nos haya asustado tanto? Por contaminación. Es decir, una muestra de un virus de la variante ómicron se mezcló con una muestra del virus de la variante ómicron. En el instrumental usado en laboratorio, se toma una muestra de una variante, luego se tomó de otra, se mezcló y al analizar dio como resultado 'deltacrón'.

No había deltacrón, lo que hubo fue material no suficientemente limpio o que no se desechó. Esto, de hecho, no es algo inusual, pues son circunstancias que se pueden dar y, precisamente, se dan, como podría haber pasado en este caso. De aquí nace otra pregunta: ¿ha dicho algo el investigador que dio la alarma por esta variante que nunca existió? En resumidas cuentas, como recuerda Rivero, que se malinterpretaron sus palabras, que él realmente no dijo eso.

Lo que él quería decir, según se expresó posteriormente, es que la muestra de la variante delta que él había analizado tenía rastros de ómicron, lo cual es perfectamente posible, pero eso no es una nueva variante. En cualquier caso, el mundo entero de la ciencia se dio cuenta de que algo estaba mal en este análisis. Porque todo lo que se estudia y se publica sobre el coronavirus en estos momentos se comparte inmediatamente, subiéndose a bases de datos -donde hay cerca de siete millones de muestras de coronavirus-.