La Copa del Mundo de 2030 se disputará en España. La candidatura formada por España, Marruecos y Portugal acogerá el torneo más seguido en el mundo. Aunque no entero. Porque también se disputarán partidos en Argentina, Uruguay y Paraguay. Todavía es pronto para decir que selección llega mejor al campeonato o qué futbolista será el más destacado. Pero sí sabemos que nuestro país tendrá que preparar la cartera.

Organizar un Mundial cuesta mucho dinero. Y en la mayoría de casos suelen ser una ruina económica para el país anfitrión. De hecho, 14 de los últimos 15 disputados lo han sido. Solo se salva el Mundial de Rusia 2018. Un Mundial en el que fue Vladimir Putin quien llevó las cuentas... así que imagínense. Y si hablamos de las mayores ruinas económicas en la historia de los campeonatos del mundo, Japón y Corea del Sur 2002 se lleva la palma. Ostenta el récord de pérdidas: con 5.000 millones.

Entonces, ¿por qué se siguen organizando mundiales? Los 14 últimos mundiales (1970-2022) acumulan unas pérdidas de 17.000 millones. Pérdidas que asumen los gobiernos que solicitan la organización del Mundial. Y como cada cuatro años es un país distinto, pues el negocio va subsistiendo. Sin embargo, en los últimos años, a diferencia de antes que lo organizaba un sólo país, ahora son cada vez más son varios países. En 2026 serán Estados Unidos, México y Canadá. Y en 2030, como ya sabemos, cinco países más acompañarán a España. Así que los costes se repartirán.

¿Quién hace negocio aquí? La FIFA. Sin duda. La Federación Internacional de Futbol se queda íntegramente con lo que da más dinero: los ingresos de televisión, el dinero de los patrocinadores y la venta de merchandising. ¿Qué les queda a los anfitriones? Pues mucho menos. Reciben un dinero por organizar el Mundial. Por ejemplo Alemania recibió 60 millones. Y además también pueden vender una parte de las entradas.

Y si todos saben que es una ruina, por qué todos quieren organizarlo. Pues porque da prestigio. Le enseñas al mundo que eres un país moderno, con estadios modernos. El deportes siempre ha sido una manera de proyectar al país organizador. Recordemos los Juegos Olímpicos de Barcelona 92, la imagen de Barcelona y de España en el extranjero se vio muy reforzada. Además, se crean puestos de trabajo, se recauda más dinero de IVA y se reciben muchos turistas. No todo es malo. Y jugar en casa siempre es un punto a favor.

En el único Mundial que ha acogido España, en 1982, se perdieron 260 millones de euros. Pero eso no va a volver a suceder por tres motivos. Primero, porque son seis los países que se van a repartir las posibles pérdidas. Segundo, nuestra situación como país no es la misma que era en el año 82. Ahora el país es moderno y no necesitamos una inversión tan fuerte para igualarnos a Europa. Y tercero, en lo que más dinero se gasta es en construir estadios. Y eso aquí no hace falta. En 2030 podremos contar con el Santiago Bernabéu, el Camp Nou, el Metropolitano o San Mames entre otros. Todos estadios modernos que en 2030 estarán construidos y pagados por sus dueños. Habrá que gastar dinero en infraestructuras, en seguridad, pero se espera que sea un gasto contenido.

Sin embargo, no todos los eventos deportivos son una ruina económica para el país anfitrión. Hay que fijarse en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984. La ciudad ganó 200 millones de dólares organizando esos juegos. Lo hizo porque usó instalaciones ya construidas. Y solo tuvo que hacer pequeñas remodelaciones. Además se apoyaron en financiación privada para llevar a cabo el proyecto.