"Tengo 78 años y me levanto a la una y media de la mañana". Paco se levanta cuando toda la gente está dormida para vender sus mandarinas y sus naranjas en una nave de 60.000 metros cuadrados.
A su edad, Francisco Hernandis sigue acudiendo a un lugar que cree que puede reunir a "200 o 300 agricultores". "Estoy jubilado, pero con 670 euros que me pagan... dime tú cómo voy a vivir. Si no fuera por las cuatro mandarinas que me tengo que trabajar yo directamente, no podría ni comer", afirma.
Un comprador se acerca interesado por las mandarinas de Paco, aunque lo acaba descartando. "Va buscando y preguntando; la que le salga más barata... allí carga", cuenta Paco.
Si consigue vender toda su mercancía, puede llegar a ganar "200 o 300 euros". Es una de las muchas realidades que viven los minoristas en su lucha por ganarse la vida con sus naranjas.
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