Pasó 75 días debatiéndose entre la vida y la muerte en la UCI del hospital después de contagiarse del coronavirus. Miguel Ríos no quiso vacunarse contra el coronavirus porque creía que él no sufriría los estragos de la pandemia, que él sería diferente. Confiaba en su sistema inmunológico como única arma y ha estado a punto de no contarlo.

"De pequeño, cuando nací, tragué placenta, me metieron en la incubadora y entonces, en el año 70, dijeron que no era muy bueno que me pusieran vacunas y nunca me vacuné [...] Frente al COVID pensaba que mi sistema inmunológico era muy bueno y que no me iba a pasar nada. Mi mujer cogió el virus y no tuvo ningún problema, solo perdió el olfato. Mis hijos y mi nuera lo cogieron y lo pasaron bien... ahí me equivoqué", confiesa a Andrea Ropero.

Su rechazo a las vacunas venía también sostenido porque confiaba más en la información que le llegaba a través de las redes sociales que en "la comunidad científica". "Salió muy rápido la vacuna y pensaba que la habían hecho con prisas", admite.

Miguel Ríos se contagió de coronavirus el pasado verano mientras disfrutaba de sus vacaciones y en cuestión de días empeoró gravemente. "El 15 de agosto estaba en la playa y allí pasé tres días con 38 grados de fiebre. Fui al hospital, me hicieron una prueba de antígenos y me confirmaron que era positivo. En ese momento, cogí el coche y me vine a Madrid. Al llegar, en un par de días, empeoré, fui al hospital Clínico, me ingresaron y al poco me pasaron a la UCI intubado, donde he estado 75 días, mucho tiempo".

Mientras estaba en coma, Miguel Ríos tenía muy pocas posibilidades de sobrevivir: "En ese momento, si te mueres, no te enteras, pero quienes lo pasan mal son mi mujer, mi madre y mis hijos. Les dijeron que tenía un 1% de posibilidades de salir adelante".

Ingresó en el hospital a mediados de agosto y, tras pasar por la UCI, Miguel Ríos no recibió el alta hasta finales de diciembre. Al recordar el enorme trabajo de los sanitarios durante todos esos meses, echa a llorar. Le embarga la emoción de ver cómo cientos de profesionales se dejan la piel por los demás: "Es complicado ver cómo luchan ellos, el 90% de los que estábamos en el hospital Zendal estábamos sin vacunar, y ellos sufren porque he visto a enfermeros y auxiliares llorar ante la impotencia. Lo han pasado muy mal".

Tras estar a punto de morir, tiene claro que la vacuna es indispensable para combatir al COVID y manda un claro mensaje a los negacionistas: "Más que en ellos, que piensen en sus familiares, deben ser conscientes de que pueden vivir situaciones muy difíciles. Animo a la gente a que se vacune porque es la mejor manera de proteger a quienes queremos".

Meses después de superar el coronavirus, Miguel Ríos sigue recuperándose de las secuelas: "Me ha quedado mucha fibrosis en el pulmón derecho, un tercio del pulmón lo he perdido y me cuesta mucho respirar, tengo muchísima tos. Cualquier movimiento rápido me cuesta y si empiezo a toser me asfixio, esto te dificulta mucho una vida normal".

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