Tomás lleva 11 meses viviendo en una residencia de ancianos. Su mujer es dependiente y él creía que ir allí les daría tranquilidad y seguridad. La realidad fue otra.

"Lo que nos dan no es ni comida", explica a Andrea Ropero sobre las condiciones precarias en las que viven: falta de personal, escasos cuidados...

Él puede quejarse y explicar en El Intermedio cuál es la situación real que se vive en una residencia después de haber estado toda la vida trabajando, pero se emociona al pensar cómo sufre su mujer sin rechistar.

"Hay ancianos que no saben quejarse, no pueden, no tienen voz. Y sus familiares escriben sendas quejas para tirarlas a la papelera. Esa es la actitud de aquí siempre", comenta resignado.