Más de un millón de presos republicanos pasaron por los 296 campos de concentración distribuidos por todo el territorio español desde 1936 hasta finales de la década de los 40 y que Calros Hernández de Miguel ha logrado localizar tras tres años de investigación. "Fueron una herramienta más del sistema represivo y de exterminio ideológico del franquismo", explica.

La estrategia, tal y como explica el autor, estaba "diseñada varios meses antes del golpe de Estado y defendía que había que crear una atmósfera de terror y fusilar a toda aquella persona que apoyase al Frente Popular".

"Los militares sublevados tenían la orden de crear campos de concentración alejados de los núcleos urbanos, para que no hubiera testigos incómodos", cuenta Hernández.

Prisioneros de guerra y presos políticos llenaban estos campos de concentración donde el trabajo forzado era la norma. "Les trataban como animales, había un proceso de deshuminazión", argumenta el escritor y añade que "de lo que más recuerdan los que estuvieron presos es un hambre atroz, malos tratos y el miedo constante a ser asesinados".

Además, allí, según cuenta Hernández, algunos eran sometidos a un proceso de castigo y de reeducación: "Les intentaban lavar el cerebro, les obligaban a cantar el 'Cara al Sol' y a ir a misa, en lo que la Iglesia ejerció un papel fundamental".

"Puedo comprender que en la Transición no se recuperara la historia real de este país, porque nuestra democracia llegó tutelada por el franquismo, pero no entiendo que después de 1986, con mayoría absoluta de Felipe González no se pusiese a España en el lugar que se merecía. Por eso, dice, "hoy tenemos que seguir 'boxeando' con los fantasmas de Franco".

"Lo que piden las víctimas es que se conozca la verdad, más allá de los homenajes", porque las víctimas "han sido criminalizadas" durante muchos años, zanja Carlos Hernández.

Además, Gonzo ha podido charlar con Agustín López, quien con 99 años ha relatado cómo fue su paso por varios campos de concentración franquistas y un batallón de trabajos forzados. Confiesa que "el hambre no se olvida nunca" y narra que pasó mucho frío y que les trataban muy mal.

El superviviente del franquismo también ha podido cumplir uno de sus sueños, conocer y mantener una charla con El Gran Wyoming. Y lo ha hecho en el mismo plató de El Intermedio.