Alison y Josh Lewis son una pareja estadounidense que al hablar de su futuro se dijeron que formarían una familia con dos hijos, tres como mucho. Pero el destino tenía para ellos otros planes y ahora son una gran familia con siete hijos: cuatro biológicos y tres adoptados.

Cuando eran todavía cinco, pensaban que ya la familia no crecería más. Sin embargo un día recibieron el mensaje de una amiga que rompería todos sus esquemas. Les contó que conocía a una mujer que se había quedado embarazada, pero no podía quedarse con el bebé y quería darlo en adopción.

Su amiga, que conocía el amor de la pareja por los niños, les preguntó si acogerían en su hogar a un nuevo niño o niña. Un fin de semana fue suficiente para decidirse.

Entonces, de camino al hospital donde la madre biológica estaba dando a luz, les llamó el abogado encargado de la adopción. "¿Josh está conduciendo?" - le preguntó al descolgar el teléfono - "Tengo noticias. No viene un bebé, son dos".

Sin embargo, en el trascurso de una hora, durante la que asimilaron la noticia, primero sorprendidos y luego aún más emocionados y ansiosos por llegar al hospital, recibieron otra llamada del abogado.

Esta vez la noticia les sobrecogió, el segundo bebé, una niña, venía enferma, no parecía que fuese a sobrevivir al parto. "De felices e impactados pasamos a sentirnos impactados y destrozados por la idea de que ella no estaría con vida cuando llegásemos", recuerda la madre. Cuando llegaron a su destino, corrieron a la unidad de Cuidados Intensivos Neonatales donde estaba la criatura.

Si embargo, ella no solo había sobreviviendo al pacto, sino que además respiraba por sí misma. A primera vista todo parecía haber salido muy bien, pero los médicos no tardaron en romper la fachada: "Nos dijeron que tenía grandes anormalidades en su cerebro y no sabían si sobreviviría a la noche o a la semana. Al parecer la niña solamente tenía el tallo cerebral y nada más", cuenta Alison.

Según los médicos el problema de la pequeña hacía que "lo que hace que una persona sea persona no estaba ahí". Sin embargo, la pareja lo tuvo claro desde el primero momento: la niña sería parte de su familia sin importar lo que dijeran los informes médicos. Para ellos, lo importante es que el bebé necesitaba una familia.

Hablaron con su madre biológica cuando apenas habían transcurrido 12 horas del parto y le agradecieron haber traído a su familia a las dos criaturas.

Las dos primeras semanas en el hospital fueron duras porque no sabían si la recién nacida resistiría un día más o al día siguiente ya no la tendrían con ellos. "Aprendimos a amarla completamente pero al mismo tiempo teníamos que pensar que a lo mejor tendríamos que despedirnos", explica la madre adoptiva.

Desde el principio compartieron con los demás niños que la vida de su nueva hermanita probablemente sería más corta de lo que les gustaría pero "saben que tenemos mucho amor que entregarle en poco tiempo", comenta Alison.

"No fue difícil decir sí a traerla a casa, fue difícil decir que sí sabiendo que tendríamos que despedirnos dentro de poco", describe emocionada la madre.