Con sólo nueve años, el pequeño necesita pastillas para dormir por la situación de estrés que padece en el colegio. "Un niño totalmente destrozado, llorando, decidiendo que se quiere morir, si me traes más este colegio me quiero morir, mamá no lo soporto más", relata Lidia Álvarez, madre del menor.
Desde el pasado curso, el comportamiento del pequeño cambio de manera radical, lo que puso a la familia en alerta. Fue el propio niño el que contó la situación que estaba viviendo en el colegio: "Cara mierda, piojoso, empujones, patadas en los muslos". Son algunos de los insultos que cuenta su madre.
El centro activó el protocolo de acoso que finalmente acabó cerrándose sin resultado. Con los informes médicos, la madre ha denunciado a la directora del centro, a la antigua tutora y al orientador por omisión del deber de impedir delitos.
"Conoce el informe médico y aun así insisten en que no hay acoso escolar, que la culpa es de mi hijo", asegura Lidia Álvarez. Lo han cambiado de clase pero no es suficiente, el niño tiene miedo de encontrarse a los supuestos agresores en los pasillos o en el patio.
"Admitiendo que el acoso escolar existe y trabajando desde la prevención, desde infantil, primaria y en secundaria, un padre estaría más seguro donde diga aquí se trataba y se previene el acoso escolar a un centro educativo con 2.000 niños donde diga que nunca se ha dado ningún caso de acoso escolar", explica Rafael Romero, director del instituto andaluz para la prevención del acoso escolar.
El inspector de educación ya se ha reunido con la madre aunque de momento no ha movido ficha. "Lo que dicen es que mi hijo no está integrado pero es porque él no quiere", recuerda la madre. Lidia ha solicitado un cambio extraordinario de centro que espera le sea concedido para que termine el infierno de su hijo.
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