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"Estamos cansadas"

La trabajadora social asesinada en O Porriño (Pontevedra) pidió ayuda un día antes pero nadie la protegió

¿Por qué es importante? Denunció que sufría acoso sexual por parte del marido de la paciente a la que cuidaba, pero su empresa la obligó a volver a esa casa al día siguiente. Allí fue asesinada. Su muerte ha desatado la indignación en O Porriño, donde vecinos y sindicatos claman contra un sistema que, denuncian, desprotege a las trabajadoras del cuidado.

 La trabajadora social asesinada en O Porriño pidió ayuda un día antes, pero nadie la protegió: su asesino la esperaba al día siguiente
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Teresa de Jesús González tenía 48 años. Trabajaba como auxiliar del Servicio de Axuda no Fogar (SAF), cuidando a personas dependientes en sus casas. El lunes 28 de julio, avisó a la empresa para la que trabajaba, ARALIA, de que estaba sufriendo acoso por parte del marido de una paciente a la que atendía desde hacía años. Les pidió no volver a esa vivienda. Pero al día siguiente tuvo que hacerlo. Y allí la mataron.

Fue encontrada con un fuerte golpe en la cabeza, supuestamente provocado con un hacha o un machete, en la casa donde vivía su paciente encamada y el agresor, Enrique Leirós, un carnicero jubilado de 73 años. Él fue detenido en el lugar, desorientado, con manchas de sangre y diciendo frases incoherentes. Lo trasladaron al hospital Álvaro Cunqueiro, donde sigue bajo evaluación psiquiátrica.

Un grito que no fue escuchado

El sindicato CIG asegura que Teresa avisó con claridad. Que explicó lo que había pasado. Que pidió no volver. Qué incuso preguntó cómo podía renunciar al servicio. Pero no llegó a hacerlo. La mandaron de nuevo a ese domicilio. Y allí acabó su vida.

"Ella me dice que sufrió un incidente de acoso y que no quería volver a ese domicilio", cuenta Mercedes, portavoz de la CIG. "Esto se preveía. Hay casos muy complicados y muchas veces no nos sentimos respaldadas", lamenta su compañera Marisé.

La empresa ha confirmado que conocía la denuncia. Pero, según el sindicato, no actuaron porque no había antecedentes previos. Como si una agresión tuviera que repetirse para ser tomada en serio. Como si una sola alerta no bastara para proteger a una trabajadora.

"Estamos cansadas"

La indignación ha llenado las calles de O Porriño. Vecinos, vecinas y compañeras de Teresa se han concentrado frente al Ayuntamiento con lágrimas y rabia. Con carteles. Con gritos. Con silencio. El mismo que sienten que hubo cuando Teresa pidió ayuda y nadie la escuchó.

"Este caso tiene que marcar un antes y un después. No puede volver a pasar. Hay que cambiar la ley para proteger a las mujeres que cuidan", dice Paulo Carril, secretario general de la CIG.

El Ayuntamiento ha decretado dos días de luto. También se han convocado concentraciones en Mos, su pueblo natal, y en otras ciudades gallegas. El sindicato ha llamado a una huelga del sector y exige protocolos reales, eficaces, que protejan a las trabajadoras del SAF cuando denuncian situaciones de riesgo.

Una muerte que no fue solo un crimen

Teresa llevaba años entrando cada día en esa casa. Cuidaba a una mujer encamada, víctima de un ictus. La conocían en el barrio. Saludaba, sonreía. "Parecía amable", dice Flora, vecina de la vivienda. Nada hacía pensar que algo así pudiera pasar. Hasta que pasó.

Hoy, la investigación sigue abierta. No hay constancia de violencia machista en el sistema VioGén, ni denuncias anteriores por parte del agresor. Pero el dolor no entiende de tecnicismos. Porque a Teresa no la mató solo un hombre. La mató un sistema que no quiso escucharla. Que no actuó a tiempo. Que la dejó sola.