Kamel Daoud
Traducción: Lydia Vázquez Jiménez
Editorial: Cabaret Voltaire
Año de publicación original: 2024
En enero de 1999, en la aldea argelina de Had Chekala, a unos 200 kilómetros al oeste de Orán, se produjo una terrible masacre. Argelia se hundía en una guerra civil que había empezado siete años antes entre el gobierno militar que había conseguido la independencia de Francia en los años 60 y los radicales islamistas.
Más de 1.000 personas fueron asesinadas en Had Chekala, un pueblo de poco más de 6.000 habitantes
Más de 1.000 personas fueron asesinadas en un pueblo de poco más de 6.000 habitantes. Hasta allí llegó un joven periodista de 'Le Quotidien d'Oran', Kamel Daoud. Lo que vio le afectó tanto que cuando volvió a la redacción sus jefes no le creyeron. A pesar de jurar y perjurar que había llegado a contar el número de muertos, su crónica fue modificada y en el titular aparecieron las palabras "decenas de muertos".
Daoud entendió ese día varias cosas. La primera y más cruda es el horror de la guerra. La capacidad del ser humano para generar dolor. Y la segunda es que a veces las palabras no bastan para hacer llegar un mensaje. Porque no es lo mismo decir "se produjeron 1.000 asesinatos" que estar allí delante y sobrevivirlos.
La tragedia en el cuerpo de Aube
Esa experiencia está en el germen de Huríes, la novela con la que Kamel Daoud ha ganado el premio más importante en lengua francesa, el Goncourt. Una hurí es en el islam una criatura celestial, una de las vírgenes que pueblan el paraíso, de eterna belleza y jovialidad, que acompañarán a los devotos en la eternidad.
La protagonista de Huríes es Aube, una joven de Orán marcada por la guerra. Con las cuerdas vocales destruidas y una cicatriz que le cruza todo el cuello, es incapaz de hablar. Sin embargo, ella utiliza otro lenguaje, uno propio, en el que se expresa con total libertad y que a veces se asoma a sus ojos, dejando sin habla a quien esté delante.
Aube es una joven muda, marcada por la guerra: con las cuerdas vocales destruidas y una cicatriz que le cruza el cuello
Con ese lenguaje íntimo se comunica con la hija que crece en su vientre. Una niña que ella desea y, a la vez, quiere destruir para evitar que nazca y crezca en un país como el suyo, en el que el presente de las mujeres está marcado por la violencia y su futuro directamente no es posible.
A ella le cuenta su historia: quién fue, quién es y qué le queda. Y ese monólogo interior es como un manto de flores que brotan en el silencio. Un relato lírico en el que lo imposible se muestra. La única voz posible para hacerle llegar a su hija —y a todos en realidad— la verdadera dimensión de las cosas que ha vivido, de la tragedia que la acompaña a ella y a su pueblo.
Una guerra sin memoria
Aube volverá a su pueblo, Had Chekala, con su madre en busca de respuestas. Tratando de encontrar entre los muertos las voces que no escucha de los vivos. Porque ella no es capaz de olvidar, a pesar de que su país les obliga a ello. En 2005, tres años después de terminar la guerra civil argelina, el gobierno sacó adelante una ley por la que se prohibía hablar de la guerra o la utilizarla para atentar contra el honor de quienes lucharon en ella o de la propia Argelia.
En 2005 el gobierno argelino sacó adelante una ley por la que se prohibía hablar de la guerra civil
Un texto legal que Kamel Daoud introduce en la novela como cita previa al texto. Porque esa ley es una inspiración para el escritor y periodista argelino. Una norma que obliga a sus ciudadanos a olvidarse de un pasado imposible de borrar, a pesar de que dejó a su paso 200.000 muertos. Que les obliga a seguir viviendo con sus heridas, a pesar de que jamás llegaron a cerrarse.
Algo que se contradice que otra directriz del gobierno argelino, la de homenajear constantemente a los responsables de la liberación colonial, de la guerra de la independencia. Una memoria forzada para una población que vive con miedo a hablar.
El primer Gouncort argelino
Por eso esta novela es un problema para Kamel Daoud. Porque la crítica constante al fundamentalismo religioso le valió, hace ya diez años, algo tan moderno como anticuado: una fatua en Facebook de un imán argelino. Una amenaza que tener en cuenta porque, solo en la guerra, más de 70 periodistas fueron asesinados por uno u otro bando.
'Huríes' es la confirmación de que la literatura sirve para recorrer ese espacio que las palabras son incapaces de alcanzar
Daoud se exilió en París y desde allí ha escrito esta novela. Un relato inolvidable del dolor, tan lleno de rabia e indignación como de emoción y belleza. Una combinación que le ha hecho ser merecedor, por fin, de un Goncourt —el primero en la historia para un autor argelino— que ya rozó con su primera novela publicada en Francia, Meursault, caso revisado, una interpretación personal de El extranjero de Albert Camus, que se quedó a unos pocos votos de alzarse con el premio.
Huríes es la confirmación de que la voz de Kamel Daoud es diferente y especial. Pero sobre todo es la prueba de que la literatura sirve para recorrer ese espacio que las palabras son incapaces de alcanzar. El oscuro terreno que va del lenguaje a la realidad y que la mayoría de las veces no se puede salvar con palabras.
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