¿Qué solemos ver las personas en los últimos instantes de nuestra vida? ¿Sufrimos soledad cuando estamos a punto de morir? Estas y otras preguntas similares relacionadas con el fin de nuestra existencia se han planteado a lo largo de la historia de la humanidad, especialmente en esta dura época de pandemia que nos ha tocado vivir en todo el planeta. En estos casos, siempre se ha obtenido la incertidumbre como respuesta. Sin embargo, la investigación desarrollada por el doctor Christopher Kerr, de la Universidad de Buffalo (EEUU), podría ofrecer algún consuelo a quienes piensan que sus seres queridos han fallecido 'solos'.

Según el estudio realizado por este médico de cuidados paliativos,que ha recogido la cadena 'BBC' en base al libro 'Death is but a dream: finding hope and meaning at life's end' ('La muerte no es más que un sueño: encontrar esperanza y significado al final de la vida'), muchos de los pacientes a los que atendió en el final de su vida tuvieron visiones o sueños en los que aparecían seres queridos ya fallecidos, mascotas u objetos que acompañaban al paciente en el tramo previo a la muerte.

Según relata la profesora Carine Mardorossian, que ha participado en la elaboración del mencionado libro, durante diez años "Kerr y su equipo de investigación registraron las experiencias del final de la vida de 1.400 pacientes y familias", y dieron con un resultado que les sorprendió: "Más del 80% de sus pacientes, sin importar el ámbito social, el origen o el grupo de edad del que provenían, tuvieron experiencias al final de la vida que parecían implicar algo más que sueños extraños".

Mardorossian detalla que estas experiencias eran "vívidas" y "significativas", y que aumentaban conforme se aproximaba el fallecimiento del paciente: "Incluían visiones de madres, padres y parientes desaparecidos hace mucho tiempo, así como mascotas muertas que regresan para consolar a sus antiguos dueños. Se trataba de relaciones resucitadas, amor revivido y perdón logrado. A menudo traían consuelo y apoyo, paz y aceptación". Así, en este libro, Mardorossian da forma "humana" a las experiencias que vivió Kerr con numerosos pacientes.

Mujeres que movían sus brazos como si mecieran a un bebé ya fallecido, niños que simulaban acariciar a perros que no estaban presentes o ancianos que conversaban con sus parejas cuya muerte se había dado tiempo atrás son algunos de los muchos sucesos que el doctor Kerr vivió mientras llevaba a cabo la investigación; situaciones que, según Mardorossian, "curan viejas heridas, restauran la dignidad y reclaman el amor". Sobre estos hechos, la profesora ha apuntado: "Se trataba de relaciones resucitadas, amor revivido y perdón logrado. A menudo traían consuelo y apoyo, paz y aceptación".