Linterna en mano, los agentes analizan una a una cada botella del local. "Lo que vemos es que el contenido no tenga halos, que no sea una mezcla extraña, el tapón antirelleno que no esté manipulado... Los precintos nos aseguran que se han distribuido de forma legal y son números diferentes", afirma un inspector.
Aunque no encuentren ninguna sospechosa, se llevan muestras de una botella para hacer tres análisis. "El primer análisis se hace con la botella original, el segundo frasco se lo queda el titular y hay un tercer análisis que se hace en caso de duda", afirma el agente.
La muestra de la botella original va directa al Laboratorio de Salud Pública de Madrid. Para comprobar si el alcohol está adulterado, analizan su graduación destilándolo. "Hay que purificar la muestra para que luego podamos ver el grado de alcohol", afirma David Salas, técnico.
Después lo introducen en un densímetro electrónico para comprobar si tiene el mismo grado que la marca. En este laboratorio, se analizan al año unas 150 muestras de alcohol y el resultado es que el fraude es menor del 1%.
Por tanto, la explicación a la resaca no reside en el 'garrafón' sino en la mezcla de "varios tipos de bebidas, distintos vasos, hielos...", según afirma una técnico de este laboratorio.
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