El nombre de Ana Orantesse murmura una y otra vez, independientemente de la fecha, pero hay dos momentos al año en el que retumba con más fuerza: cerca del 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y en torno al 17 de diciembre, fecha en la que Orantes fue asesinada. La historia de esta granadina fue, aunque lamentable, de gran importancia: después de este caso, vio la luz la primera ley integral contra la violencia machista en España.

Orantes nació en una familia humilde, a la que tuvo que ayudar económicamente desde muy pequeña, en detrimento de su educación. Con sólo 19 años, Ana Orantes conoció al que primero se convirtió en su novio, después en su marido y, por último, en su verdugo. Como ella misma relató en aquel 'De tarde en tarde' con Irma Soriano en Canal Sur en 1997, solo pasaron tres meses de noviazgo hasta que se casaron. "Mi padre me decía: 'Ana, ese hombre no te conviene, déjalo'", señaló ella entonces. Lo cierto es que se casó con él porque el propio Parejo la amenazó: "Estando en la Alhambra tomando un refresco me dijo: "Yo ya le he dicho a mis padres y a mis amigos que tú ya estás perdida. Si quieres venir te vienes y si no... voy a levantar la voz y no se te va a acercar ni un hombre más", explicó la propia Orantes en el programa.

Durante el matrimonio, Orantes y Parejo tuvieron once hijos —tres de ellos murieron—, el primero del cual nació a los tres meses de irse a vivir juntos. Los 40 años de matrimonio de la pareja estuvieron marcados por el continuo abuso físico y psicológico de Parejo a su mujer y a sus hijos, que arrancaron con una bofetada en el taller por la que ella le acabó pidiendo perdón a él. Orantes relató en aquel programa con detalles los maltratos de Parejo —"Me cogía de los pelos, me daba contra la pared... no podía respirar, no podía hablar, porque yo era una analfabeta, un bulto... no valía un duro. Así durante 40 años"— cuando ya llevaba dos años separada de él.

Las continuas denuncias interpuestas por Orantes sólo consiguieron la separación por sentencia judicial, aunque el fallo la obligaba a seguir conviviendo con él. Mientras ella vivía en la planta de arriba con algunos de sus hijos, él vivía en la de abajo. Dos semanas después del programa, los informativos y los periódicos repetían el titular: "Mata a su exmujer prendiéndole fuego". Los protagonistas de esta historia eran, una vez más, Ana Orantes y José Parejo. Él, de 61 años, arrastró a la que había sido su esposa y era la madre de sus hijos hasta el patio exterior de la casa de ambos, en el municipio granadino de Cúllar Vega, la golpeó hasta dejarla casi inconsciente, la ató a una silla, la roció con gasolina y le prendió fuego. Todo esto, ante su propio hijo de 14 años, cuando éste regresaba del colegio. Parejo se daba a la fuga poco después.

El hijo de ambos fue el que alertó a los vecinos y a la Guardia Civil, aunque nada se pudo hacer por Ana Orantes, que ya estaba muerta cuando la alcanzaron. José Parejo, aunque huido, se presentó ante las autoridades un par de horas después del asesinato, y aseguró que mientras él limpiaba la maquinaria su exmujer le había insultado, razón por la que la atacó en un "arrebato". Ella, no obstante, ya había advertido ante sus vecinos de que no llegaría a final de año. Ana Orantes fue la víctima 59 de violencia de género de 1997, aunque por aquel entonces no se contabilizaban como tal. Pero sí, fue la 59.ª mujer asesinada por su pareja o compañero en aquel año.

El juicio contra José Parejo

Durante la segunda jornada del juicio oral contra José Parejo, el juez de paz de Cúllar Vega, Gerardo Moreno, aseguró que el detonante del asesinato de Ana Orantes fue, precisamente, su aparición en televisión. Moreno aseguró que después del programa llegó a citar al acusado para aconsejarle "que no hiciera una de las suyas" al verlo "muy dolido" con lo que Orantes había contado en televisión.

Dos días después, en la última sesión del juicio, el abogado de Parejo aseguró que el hombre era quien había sido "acosado" por Ana Orantes y por sus hijos, por lo que estaba "entristecido"; fue esto, en palabras del abogado, "unido a la presión" y al "insulto" (sic.) provocaran una "reacción de tal intensidad que actuó sin saber lo que hacía". El propio Parejo aseguró que "firmaría" en aquel momento su "pena de muerte".

Firmaría ahora mismo mi pena de muerte

José Parejo, 1998

El día 15 de diciembre de 1998, dos días antes de que se cumpliera un año de su asesinato, el jurado popular leyó en alto su veredicto en la Audiencia de Granada, asegurando que José Parejo Avivar había asesinado con plena consciencia a su mujer. Seis hombres y tres mujeres rechazaron entonces cualquier grado de trastorno mental en el acusado, y aunque se entregara él mismo a las autoridades, consideraron que no había razón para aplicar atenuante de arrepentimiento espontáneo porque nunca llegó a intentar auxiliar a su exmujer y víctima.

Tras leer el veredicto, todas las acusaciones —fiscal, acusación particular y popular— pidieron 17 años de cárcel para Parejo, así como indemnizaciones de 25 a 35 millones de pesetas; mientras, su defensa solicitó 15 años de prisión, la pena mínima para el delito de asesinato. El día que se cumplía el primer aniversario de la muerte de Orantes fue en el que la Audiencia de Granada condenó a Parejo a la pena máxima entonces, 17 años de prisión, por el asesinato de su exesposa, así como a una indemnización de 30 millones de pesetas y dos años de destierro de la localidad en la que vivían los hijos de Parejo una vez que éste saliera de la cárcel.

José Parejo nunca salió de la cárcel

Parejo sólo llegó a cumplir seis años de los 17 a los que estaba condenado. En noviembre de 2004 Parejo sufrió un infarto de miocardio en la prisión de Albolote (Granada); fue trasladado al hospital Ruiz de Alda, y aunque trataron de salvarlo, finalmente fallecía días después. Según publicó el diario granadino 'Ideal', Parejo había solicitado a principios de ese mismo año la obtención de un régimen penitenciario que le permitiese disfrutar de salidas esporádicas, pero le fue denegado por la alarma social que podía suscitar.