Medidas frente a la saturación

Paraísos abarrotados: cuando la masificación turística convierte rincones de ensueño en una pesadilla

Las consecuencias Coches por todas partes, largas colas y un gran perjuicio para el medio ambiente y la población local. Son los efectos de la saturación que sufren enclaves como la Garganta Verde de la Sierra de Grazalema o la mallorquina Cala Sa Boadella.

Paraísos abarrotados

En teoría, son paraísos y rincones de ensueño, pero, en la práctica, se han convertido en lugares intransitables por la enorme afluencia de visitantes, que se encuentran con que lo que prometía ser un día idílico acaban siendo horas de cola eterna para llegar a un sitio absolutamente abarrotado. Una situación que degrada esos entornosnaturales y se convierte en una pesadilla para los residentes locales.

Es lo que ocurre en la Garganta Verde de la Sierra de Grazalema, en Cádiz, donde nos encontramos el parking lleno, colas en los accesos y, una vez dentro, que no cabe ni un alfiler junto al Arroyo de Bocaleones. "Al final la naturaleza se va rompiendo y nosotros también tenemos que respetar nuestro entorno", reflexiona una excursionista.

Grupos ecologistas denuncian que se otorgan más pases diarios que los 50 permitidos y que, por falta de seguridad, algunos consiguen colarse sin cita. Ángel Roldán, presidente de AMA-Natura Ecologistas en Acción, reprocha que el aforo "no se está respetando porque no hay un control ni vigilancia adecuada". Desde la Administración sostienen que el límite se cumple rigurosamente, aunque reconocen que trabajan para cubrir las bajas de agentes de Medio Ambiente que controlan la afluencia.

También hay quejas por el exceso de aforo en el Azud de Antella, en Valencia, una zona que "se llena de coches" que, además, "aparcan por donde no deben aparcar", según denuncia una mujer. Por eso, el Ayuntamiento pondrá en marcha una ordenanza para vallar el entorno y dar prioridad de uso a los vecinos.

Una medida que se suma, por ejemplo, a la reserva de entrada que tuvieron que organizar en la solicitadísima Playa de Las Catedrales de Lugo o en la visitadísima fortaleza de San Juan de Gaztelugatxe, en la localidad vizcaína de Bermeo. Una locura que desatan también enclaves como la Cala Sa Boadella, en Lloret de Mar, donde poner la toalla -ya sea de día o de noche- es casi misión imposible, o Caló d'es Moro, en Mallorca, donde piden mecanismos para poner fin a la saturación en este espacio paradisiaco.