"Lo único que nos dijo es que no sabía qué le pasaba. 'Tengo un bajón y no puedo estudiar, una inmensa tristeza'". La hija de Carlos Soto empezó a pasar un momento difícil que la llevó a terapia y a tomar medicación. Apenas unos meses después, con solo 18 años, se quitó la vida.

Detrás de sí dejó una carta de despedida a sus padres, contando las razones para tomar tan drástica decisión. "Era una carta maravillosa, yo digo siempre que a mí me salvó literalmente la vida", cuenta Soto a laSexta. "Trataba de explicarnos qué era lo que sentía durante ese tiempo y eso nos descargó de mucha responsabilidad", asevera.

El de la hija de Carlos es un ejemplo de las más de 4.000 personas que se quitan la vida anualmente. En España, cada dos horas y media se suicida una persona. Y la pandemia no ha mejorado la situación: ha sacudido fuertemente la salud mental de la población. Un estudio de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) afirma que el confinamiento redujo las cifras de suicidio, pero el levantamiento de las restricciones generó un efecto rebote. Sobre todo entre los jóvenes.

"En torno a un 20-25% de los adolescentes usan la autolesión para controlar sus emociones", detalla a laSexta Alejandro de la Torre, profesor de la Facultad de Medicina de la UCM, que señala que "las mujeres lo intentan más, pero los hombres lo consiguen más".

Los psicólogos insisten en que, con iniciativas como el teléfono 024 para prevenir el suicidio, de lo que se trata no es de quitar esas ideas. "Es de ganar tiempo, de aplazar la situación, facilitamos el desahogo y que nos cuente qué le ha puesto en esa situación", cuenta el terapeuta Pedro Martín-Barrajón.

Padres, hijos, parejas, hermanos o amigos se convierten en supervivientes de un trauma que se ven obligados a afrontar. Desde el Teléfono de la Esperanza también ayudan a esas personas y apuntan que, desde que estalló el COVID-19, las llamadas por ideas suicidas han aumentado más de un 50%.