Este último año ha sido trágico para la familia de Janet Jumillas, desaparecida desde marzo y a la que los Mossos dan por muerta. Además de a ella, la familia ha perdido a otros dos de sus cinco hijos en apenas unos meses. "Este año ha sido uno de los peores de mi vida", reconoce su hermano Fernando, que enterró a su otro hermano hace apenas unas semanas

"Ha entrado la negra en casa", lamenta, desolado, en declaraciones a 'Espejo Público', "mis hermanos, lo que yo más quería en mi vida... no le deseo esto a nadie".

Fernando Jumillas ahora solo pide justicia para su hermana y que aparezca su cadáver cuanto antes para poder "enterrarla con dignidad". "Lo único que pido es que aparezca el cuerpo, para por lo menos poder enterrarla y que descanse en paz", ha dicho.

Ha explicado que se temía lo peor incluso antes de que los Mossos encontraran los restos de sangre de su hermana en casa de su presunto asesino, Aitor G.P., que se encuentra en prisión sin fianza. "Yo ya la daba por muerta hace ya tiempo, no tenía esperanza ninguna", admite Fernando,"ya era mucho tiempo sin aparecer y sin saber nada que ella".

Cuenta que sospechó de Aitor desde el principio, uno de los dos hombres detenidos por la desaparición y el único acusado del homicidio de Janet y de haber ocultado su cadáver.

"El día anterior había quedado con él", revela Fernando. Se lo contó su hijo, el sobrino con el que Janet había quedado el día que fue vista por última vez en Cornellà (Barcelona), una cita a la que nunca llegó a presentarse.

"Tenía amistad con él pero no sé más, mi hermana era una chica muy reservada", dice sobre la relación de Janet con el detenido, un "personaje" que a la familia le dio mala espina desde el primer momento. "Mi hijo me decía 'no sé cómo la tita se ha juntado con ese hombre'", recuerda, "a lo mejor se arrimó a ella para ver lo que le podía sacar".

Ahora su prioridad es que el presunto homicida confiese dónde está Janet. "Lo que más queremos es que nos diga donde está mi hermana", agrega Fernando.

La familia descartó desde el primer momento que esta mujer de 39 años y madre de dos hijos se hubiera marchado voluntariamente, dejando atrás a sus dos niños pequeños. "Intentamos que mis sobrinos no sepan nada", admite Fernando, "evitamos que vean las noticias, no queremos que sufran".