Los españoles tenemos menos hijos de los deseados: 1,19 frente a los 2,1 deseados. La principal causa es que empezamos a tener hijos demasiado tarde. Y es que la media de edad de las madres primerizas se sitúa en los 32 años, cuando a partir de los 35 la fertilidad decrece. Tampoco cumplimos los planes de ser madres a los 28.
Los principales factores para retrasar la concepción de un hijo son la estabilidad económica (95%), la flexibilidad laboral (64%) y el apoyo del cónyuge o pareja en el cuidado de los niños (44%). Además, se estima que una de cada cuatro personas en España puede presentar algún problema para concebir un hijo, principalmente por el bajo recuento de espermatozoides, la baja reserva de óvulos o patologías como la endometriosis.
Clara Domenech, una mujer de 33 años que decidió congelar embriones, cuenta a laSexta su experiencia. "Me encontraron un fallo precoz en los ovarios, por lo que decidí congelar", señala. Ahora, gracias a este proceso, está embarazada. "Creo que es un tema tabú todavía. La gente muchas veces se siente culpable y piensa que si no es de forma natural, no eres buena madre", expresa Domenech.
Uno de cada diez bebés que nacen en España lo hacen gracias a técnicas de fertilización, y hoy hay más de 668.000 embriones congelados en el país. "Se conservan en frío, en nitrógeno líquido", señala Ernesto Bosch, director de la clínica IVI Valencia.
La Ley de Reproducción Asistida contempla cuatro opciones a la hora de conservar embriones: el uso a futuro, como es el caso de Carla Domenech (50%), la opción de dárselos a otras parejas (5%), donarlos a la ciencia (18%), o los que finalmente se destruyen (18%). "El problema es cuando los embriones no tienen ninguna opción definida", subraya Bosch al respecto-
60.000 embriones congelados no tienen destino
Hasta un 12% o, lo que es lo mismo, más de 60.000 embriones congelados en España no tienen destino. "Seguimos manteniendo su conservación porque no tenemos respaldo legal como para poder actuar con ellos; hay miedo de que un día te aparezca la pareja reclamando esos embriones", afirma Mónica Aura, médica en la clínica GINEFIV.
No se los puede destruir y las clínicas tienen que seguir pagando por su conservación, tal y como apunta Ernesto Bosch: "No podemos cesar el mantenimiento de esos embriones a no ser que haya un expreso deseo de los pacientes de que eso se haga así, generándose un gasto de entre 200 y 600 euros al año".
En el caso de Clara Domenech, ella tiene claro que si un día no necesitara más de sus embriones, los donaría. Es una de sus opciones, aunque tiene claro que es un camino que lo marcará el futuro.
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