Juegos para los más pequeños, adornos navideños y canciones. A decenas de migrantes no les queda más remedio que agarrase a la esperanza para pasar las fiestas en un refugio de Ciudad Juárez, en México. Aunque les puede el dolor de estar separados de sus familias.

Lo sabe bien Ana Beila Reynoso, migrante de Guatemala, cuyo sueño era pasar las Navidades con su marido en Estados Unidos. Huyendo de la pobreza, en busca de un futuro mejor, lograron llegar a Estados Unidos. Pero ahora los han devuelto a la frontera mexicana hasta que sepan algo sobre su solicitud de asilo.

Los voluntarios organizan comidas y cenas para paliar la tristeza del limbo y del futuro incierto. Como el de alrededor de 11 millones de personas sin papeles en Estados Unidos.

Una de ellas es Edith Spinal que, aunque lleva 20 años en Ohio, desde hace dos se refugia en una iglesia para no ser deportada. "Lo más difícil de vivir aquí es despertar y estar sola", cuenta. El julio pasado recibió una multa de cerca de medio millón de euros por resistirse a la deportación, pero no dispone de ese dinero.

Tiene tres hijos, dos de ellos ciudadanos de Estados Unidos. A pesar de las dificultades, asegura que no se detendrá hasta conseguir el permiso de residencia.