En el caso de Jesús, fue su hermana Lucía la que dio la voz de alarma. "Vino un día triste, llorando. Dijo que a Jesús le estaban llamando 'monstruo' en el recreo y el director nos dijo que iba a hacer una investigación, a ver qué ocurría", cuenta Salvador Molina, padre de Jesús, un niño con Trastorno del Espectro de Autismo.

Lo que pasaba es que las compañeras de Jesús se sentían amenazadas cuando él las abrazaba con excesiva efusividad. Con diálogo, se evitó un caso de acoso escolar, algo que sufren más del 40% de los menores con autismo.

Ignacio y Miguel pertenecen a otra generación. A ellos les diagnosticaron autismo con 18 años. Su infancia, cuentan, estuvo plagada de vejaciones."Me han echado fuego mientras dormía, me han meado, me han dado golpes por todas partes", explica Ignacio Pantoja.

Tampoco entonces había sensibilidad entre los docentes para comprender qué les pasaba. "Había algunos profesores que se reían y me llamaban 'El Puerro'. Decían 'ahí está 'El Puerro'', meteos con él a ver si espabila", añade Ignacio.

"Son cosas con las que realmente sufres, porque tú piensas que tienes la culpa. Y no, tú eres una víctima, pero en ese momento no eres consciente ", continúa Miguel Aulló. Para evitar estos casos, los expertos apuestan por un modelo de inclusión en las aulas.

"Lo que persigue es que, además de estar, la persona participe y tenga éxito en su aprendizaje y en su desarrollo", explica Ruth Vidriales, directora Técnica de Autismo España. Un triunfo para los alumnos que a los que se les permite conocer otras realidades.