María Ángeles lleva dos años al frente de una carnicería que se encuentra en la plaza. Para su negocio, el cambio de nombre supone un quebradero de cabeza. “Hemos tenido que cambiar las tarjetas, que es un gasto increíble, el papel, las bolsas…”, afirma.

A Inmaculada el cambio le obligará a invertir un dinero que no tiene. Asegura que “las bolsas pueden costar unos 3.500 euros, y las tarjetas unos 200 o 300 euros”.

El cambio de nombre de la plaza ha afectado a los comerciantes, pero también ha causado malestar entre los vecinos que viven en el pueblo.

Francesc, que lleva 12 años viviendo en la plaza de España, se ve obligado a cambiar la domiciliación de su correspondencia.

El cambio de nomenclatura se aprobó el pasado 30 de junio después de ser sometido a referéndum popular.