Para muchos, el 19 de septiembre es una fecha que no quieren recordar. Fue cuando el primer rugido del volcán puso en alerta a toda la isla, que empezó a escupir humo y lava.
El río de fuego obligó, pocos días después, a Montse y Miguel a abandonar su casa: "Cuando te tocan y te dicen que tienes que dejar tu casa... Es muy triste", recuerdan.
Ellos tuvieron suerte: nos pueden contar su historia rodeados de montones de ceniza pero desde la casa que, apenas unos días atrás, veían peligrar. Es uno de los pocos edificios a los que el volcán ha dado tregua. Pero su vida no va a volver a ser la misma: "¿El ruido? Ese ruido no me lo voy a quitar jamás de la cabeza".
Roselio no tuvo la misma suerte. En otra zona de la isla, su casa y la de toda su familia fue una de las primeras en ser devastadas por el volcán, a apenas 700 metros de distancia. "Dormía dos o tres horas y me despertaba. No dormía nada", explica.
Una vez su casa desapareció, a pesar del drama, se relajó. "El hecho de decir ya está, ya no está mi casa, hay que seguir adelante", dice. Hoy solo le quedan fotografías en las que recuerda los mejores momentos junto a sus hijos y también un amargo recuerdo en vídeo del momento en el que su casa es arrasada.
Ahora vive junto a su suegra y está a la espera de recibir una de las viviendas que entrega el Gobierno de Canarias a los damnificados. Algunas de las familias que lo perdieron todo ya las han recibido y han comenzado a reconstruir su vida.