La enemistad íntima de Aguirre y Granados no pasa desapercibida en el sumario de la Púnica. En sus conversaciones, el exsecretario general del PP de Madrid se resarcía en comentar el supuesto declive de la expresidenta regional:
[-La Audiencia de Madrid califica de delito el incidente de tráfico de Esperanza Aguirre.
-Una pena... Ya me ha fastidiado el fin de semana con el disgusto.]
El que fuera la mano derecha de Esperanza Aguirre hasta 2011, pasó convertirse en objeto de desprecio:
[Granados dice que hay que hablar de lo que la presidenta, que ha hablado con Borja y que Esperanza está desaparecida. (...) Dice que se la pela lo de Esperanza pero que lo que le importa es lo de Valdemoro.]
Algo que Granados no llevaba nada bien. Tanto es así que, según relata el sumario, pensó en amenazarla tras conocer que en FAES estaban moviéndole la silla a una de los suyos.
[Granados dice que había pensado en ver a Esperanza y amenazarla o llamarla por teléfono y contarle todo esto. (...) Dice que si habla con Esperanza se va a montar si le dice lo de Lasquetty y va a saltar la bomba.]
Unas amenazas que ya había verbalizado veladamente cuando dejó el PP madrileño a cuenta de sus presuntos fondos en Suiza.
Lo cierto es que se conocían tan bien, que Granados llegó a ser citado como testigo en el caso de espionaje que habría escondido las batallas internas entre Aguirre y sus oponentes.
[Granados comenta el asunto de la citación de los espías, que le han citado como testigo. (Dice) que esta mañana le ha llamado Esperanza y han hablado sobre ello.]
Y allí no le trataron mal. El sumario refleja que la juez que le tomó declaración le dio dos besos, y le dijo que había sido el mejor consejero de Justicia de Madrid.