Apenas tienen autonomía, y no responden a muchos estímulos. Pero en la última fase de la enfermedad de Alzheimer los pacientes llegan a un estado más tranquilo: no sufren, y hasta son felices. "No tienen problemas con la felicidad y la agresividad o la alteración desaparece", en palabras del neurólogo Dr. Román Alberca.

Porque de lo que sí son capaces es de reconocer a las personas que les quieren, y de sonreir. La psicóloga Rosa Jabonero cree que "el contacto en comunicación no verbal no se pierde jamás".

Con el diagnóstico de Alzheimer, empieza una carrera de fondo para el paciente, pero también para su familia. El enfermo se convierte en alguien dependiente al que casi no reconocen. Y aceptar esa situación es duro y difícil. Sólo cuando lo logran, y el paciente se muestra ya más sereno, sus familiares son capaces de ser positivos.

Como José Antonio, que cada día cuida de su mujer, en una fase ya avanzada de la enfermedad: "Ayer fue un día feliz para mí. Sus gestos me recordaron a mi mujer". Según el Dr. Jordi Camí,director de la Fundación Pasqual Maragall, "sabemos que el bienestar de una persona enferma depende muchísimo de cómo es tratado". Una fase serena tras una enfermedad para la que todavía no hay cura.