Cerca de 48 horas después del primer debate de investidura, el mensaje de los políticos no cambió, como tampoco lo hizo el resultado. Tan sólo Pablo Iglesias, que pasó de la dureza de las manos manchadas de cal de Felipe Gonzalez a proponer el pacto del beso. Un Iglesias que molestó por su tono guasón, alejado de la importancia de la votación.