El tradicional mensaje navideño ha cambiado muchísimo desde el primero, hace ya 39 años, que deseaba "paz a los hombres de buena voluntad". Empezando por los protagonistas. Junto a don Juan Carlos, su mujer y sus hijos.

Poca escenografía, en la que destacan un micrófono de mesa y, sobre todo, el enorme belén del fondo. Un portal que el actual monarca y sus hermanas cuidaban con mimo antes de dar el último beso a su padre antes del discurso.

Tampoco faltaba el árbol de Navidad, decorado por los más pequeños de la casa. Enormes salones, en un ambiente cálido, hogareño, incluso recargado, alejado de la sobriedad de los últimos años.

Resulta difícil pensar en que algún día volverán las enormes obras de arte sacro que escoltaban al rey. O los inseparables papeles que contenían su discurso, que no fueron desterrados definitivamente hasta 1994. Detalles que reflejan una época de la historia de España que ayer cerró otro capítulo.