La provincia de Al Haouz es la más afectada por el terremoto de Marruecos, un temblor de magnitud 7 en la escala Richter que ha dejado más de 2.100 muertos y otros tantos heridos, según el último balance oficial. Sólo en esta zona, parte de la región de Marrakech-Safi, se han contabilizado hasta el momento más de 1.350 muertos. El gran problema de esta región es el aislamiento: muchas de las zonas afectadas son aldeas y pueblos remotos, que han quedado completamente aisladas debido al derrumbe de las carreteras, lo que obstaculiza los accesos de atención médica y equipos de rescate.

Es el caso, por ejemplo, de Imi N'Tala, adonde los españoles de Bomberos Unidos Sin Fronteras (BUSF) han conseguido llegar este lunes después de "ocho horas de carretera" y donde esperan encontrar algún superviviente entre los escombros. O el de Talat N'Yaaqoub, región a la que se ha desplazado el Equipo de Intervención rápida de la Comunidad de Madrid (ERICAM). También es el caso de Tafeghaghte, otra aldea remota en la que prácticamente ningún residente se ha librado de los efectos del temblor. "La mitad del pueblo están muerta; la otra mitad, en el hospital": cuenta a la cadena BBC uno de los supervivientes de este pequeño municipio, de unos 400 habitantes, ubicado a unos 60 kilómetros al sur de Marrakech.

Prácticamente todos los ladrillos y piedras que levantaban las casas tradicionales de Tafeghaghte están tiradas por el suelo, después de haber sido incapaces de sostener las viviendas de los habitantes de esta pequeña aldea. Noventa de los 200 habitantes han muerto, y otros tantos siguen desaparecidos. "No tuvieron oportunidad de escapar, no tuvieron tiempo de salvarse", lamenta Hassan, un superviviente que logró huir trepando entre los escombros de las casas. Bajo ellos está el cuerpo de tu tío, pero no tiene ninguna esperanza de recuperarlo con vida: nadie tiene maquinaria para levantar las piedras y las carreteras están bloqueadas, cerrando el acceso a equipos de rescate.

Cadáveres recuperados por el Ejército en Tafeghaghte, una aldea del Alto Atlas marroquí, una de las zonas más afectadas por el terremoto

Poco antes de que el suelo empezara a temblar, un vecino de Tafeghaghte, Hamid ben Henna, pidió a su hijo pequeño que llevara un cuchillo a la mesa en la que cenaba la familia para cortar melón. El pequeño, Marouane, explicaba lo que necesitaba comprar para empezar el curso escolar. "Fue entonces cuando ocurrió", relata a la agencia Reuters Ben Henna. El cuarto empezó a temblar, las luces se apagaron y la casa empezó a caer a trozos. Ben Henna y su otro hijo, Mouad, consiguieron salir a la calle antes de que se derrumbara la casa; ayudaron a la esposa, Amina, y a la hija pequeña, Meryem, pero el pequeño Marouane no pudo salir de la vivienda. El niño, de 8 años, estaba sepultado bajo los escombros. No lograron recuperar su cuerpo hasta el día siguiente, después de que los hermanos de Ben Henna llegaran en coche desde Casablanca para ayudarlos a levantar los escombros. La familia de Ben Henna perdía a un hijo y todas sus pertenencias.

En Tafeghaghte sólo una casa parece haberse mantenido en pie.

En esta pequeña aldea, Abdou Rahman ha perdido a su mujer y a sus tres hijos. "Nuestra casa estaba allí arriba", explica a la cadena BBC, señalando a una parte del municipio que, como el resto, está cubierto de escombros. Rahman estaba trabajando en una gasolinera a tres kilómetros de su casa cuando tuvo lugar el terremoto; cuenta que fue corriendo a su casa, gritando el nombre de sus hijos, pero que nunca obtuvo respuesta. Los enterraron al día siguiente. "Cuando los encontramos estaban todos acurrucados. Los tres niños dormían. Se hundieron con el terremoto", explica.