Cada movimiento de las tropas rusas está monitorizado 24 horas al día gracias a imágenes de satélite obtenidas por la empresa estadounidense Maxar, que se ha sumado a los servicios de inteligencia occidentales puestos al servicio de la resistencia ucraniana.
En estos 73 días de invasión, Maxar ya ha proporcionado una cantidad de información sin precedentes. El director de 'The political room', Yago Rodríguez, sostiene que "hubiera sido imposible detener a rusos en Kiev de no ser por estos satélites". El propio Pentágono ha confirmado este flujo de información, aunque asegura que se trata de una información limitada, ya que no ofrece la ubicación exacta de los objetivos.
John Kirby, secretario de Prensa del Pentágono, ha explicado que brindan a Ucrania lo que consideran "información relevante y oportuna sobre las unidades rusas", con el objetivo de que puedan "ajustar y ejecutar su autodefensa lo mejor que pueden".
Así es como Kiev habría logrado duros golpes a la armada rusa como el hundimiento, en pleno Mar Negro, del 'Mosva', su buque insignia. Además, las fuerzas ucranianas se apuntan otro tanto con el Makarov, otro buque ruso que podría haber sido alcanzado por misiles ucranianos este viernes.
No obstante, el apoyo estadounidense no es el único. Mapas del espacio aéreo europeo confirman los vuelos de aviones de inteligencia de diversos países sobrevolando la zona. "Es muy fácil imaginar que no solamente están allí para vigilar los movimientos rusos en el caso de que puedan ser una amenaza para la OTAN, sino que esa información en tiempo real se está pasando a Ucrania", ha indicado Jesús Manuel Pérez Triana, analista de Seguridad y Defensa.
Un apoyo de la inteligencia internacional que podría estar siendo clave también para la protección del presidente Zelenski. Además, llama la atención el número de bajas de altos mandos en las filas rusas: ya son una docena, la cifra más alta desde la II Guerra Mundial, cuando la URSS perdió a 235 generales; al compararlo con las bajas estadounidenses en la Guerra de Vietnam es aún más evidente: nueve generales muertos en 20 años.