"Lo siento mucho, me he equivocado y no volverá a ocurrir". Por si acaso le da por arrepentirse, a partir de enero de 2014 ya no tendrá la oportunidad. A partir de esa fecha, el gobierno de Botswana suspende indefinidamente la caza de animales salvajes. Su presidente quiere frenar el declive de algunas especies, como el elefante, que ha disminuido en número en los últimos años, y considera que no proteger la fauna local pone seriamente en peligro a la industria turística del país, su segunda fuente de ingresos después de la venta de diamantes, con un 12% del PIB.
La caza de elefantes es ilegal en muchos países de África, pero no en Botswana. La noticia ha cogido por sorpresa a operadores y a la industria de caza del país. Jeff Rann es el hombre que acompañó al Rey en su cacería. Cobra 20.000 euros sólo por acompañar a los millonarios que se van con él a cazar elefantes. Él es uno de esos defensores que consideran necesaria esta práctica para controlar la superpoblación: "No lo estamos haciendo en su detrimento, intentamos controlar su hábitat, sus condiciones y darles una vida mejor". Hasta enero de 2014, estas empresas tienen algo más de un año para reconvertir su negocio de caza en simples safaris fotográficos.