Después de 20 días de bloqueo, los 83 migrantes, que aún seguían a bordo del 'Open Arms', ya están en tierra firme en la isla italiana de Lampedusa. Ha sido el fiscal de Agrigento (Sicilia), Luigi Patronaggio, quien, horas antes, ordenó su incautación y el desembarco inmediato de los náufragos, tras realizar una inspección del buque.

Sin embargo, el 'Ocean Viking', la embarcación sustituta del 'Aquarius' que no puede operar desde diciembre, no está teniendo la misma suerte: se encuentra a la espera de una autorización para atracar en Italia y Malta y llevan en aguas mediterráneas desde el 9 de agosto.

El 'Ocean Viking' lleva a bordo a 365 migrantes y refugiados, siendo 103 de ellos menores, todos ellos traumatizados, según Médicos Sin Fronteras (MSF), que opera el barco junto con SOS Mediterranée.

Ambas ONG solicitaron el pasado 13 de agosto a las autoridades marítimas maltesas e italianas que asumieran la operación. Malta se ha negado argumentando que el rescate se produjo en aguas que no son de su competencia e Italia no ha contestado, según ha explicado MSF.

"Han pasado más de 10 días desde el primer rescate del 'Ocean Viking' y somos conscientes de que pueden pasar días hasta que podamos desembarcar", sostiene Luca Pigozzi, médico de MSF a bordo del buque.

Situación límite

Dentro del barco, lo primero que trataron fueron deshidrataciones, quemaduras e hipotermias, de las que muchos comenzaron a recuperarse 24 horas después. Los migrantes con infecciones cutáneas y respiratorias también están recibiendo tratamiento por parte del personal de MSF.

En la clínica a bordo del 'Ocean Viking' "tratamos heridas y problemas físicos y hacemos todo lo posible por brindar al menos, primeros auxilios psicológicos", asegura Pigozzi, reconociendo que "lo que necesitan de verdad es un apoyo psicológico más amplio y completo que el que podemos proporcionar a bordo del barco" ya que "muchos han sido víctimas de tortura y de violencia sexual en Libia".

Según ha explicado Luca Pigozzi, médico de la ONG a bordo del 'Ocean Viking', entre los pasajeros hay "heridos de guerra, ciudadanos libios que presentan lesiones a nivel subcutáneo causadas por la metralla de granadas o adultos con afecciones crónicas como la diabetes". "Estamos tratando de mantenerles estables. Hasta ahora hemos realizado 130 consultas médicas y 63 atenciones por heridas", ha señalado.

La situación, de momento, se mantiene estable. La nave está acondicionada para reemplazar al Aquarius y preparada para realizar operaciones de búsqueda y rescate y atender a los supervivientes, según explica MSF al diario.es.

"Las condiciones se están volviendo cada vez más complicadas. Todavía no se nos ha asignado un puerto seguro, así que estamos gestionando la situación lo mejor que podemos. Estamos repartiendo agua y kits de emergencia", explica a eldiario.es Hannah Wallace, responsable de comunicación de Médicos Sin Fronteras a bordo del Ocean Viking.

"Los recursos son limitados, tenemos a 356 personas en 69 metros de eslora. Son instalaciones pensadas para una emergencia, no están diseñadas para un periodo largo de tiempo", declara Wallace.

Cada día, la tripulación escucha las mismas preguntas. "La gente nos pregunta todo el rato: "¿Cuándo nos vamos?", "¿Cuándo nos van a dejar bajar del barco?", "¿A dónde vamos?". Les repetimos que estamos juntos en esto, que estamos trabajando duro para lograr una solución. Tenemos que ser pacientes. Pero es difícil que la gente se mantenga al margen. Están rodeados de agua, no pueden divisar la tierra desde aquí. No entienden por qué tienen que pasar por esto", describe Wallace.

"Nosotros tratamos de ser honestos y tan transparentes como podemos sobre el contexto...pero lo que no queremos es hacerles sentir de nuevo que no son respetados...Este es un momento de incertidumbre para ellos", prosigue.

El pasado de los migrantes

"El trauma que experimentan las personas rescatadas no suele estar asociado a un solo hecho", destaca por su parte Stephanie, responsable del equipo médico en el barco, sino que "a veces es el resultado de una acumulación de situaciones a las que han estado expuestos desde que eran niños".

"Muchos nos dicen que crecieron en zonas afectadas por violencia y conflictos y tuvieron que huir con sus familias. Los hay que han perdido a sus familiares e han hecho este peligroso viaje por el desierto y por Libia sin compañía alguna", destaca Stephanie.

"Después de todas sus experiencias de inseguridad y el traumático viaje desde su país de origen a través de Libia hasta subirse un bote de goma, cualquier retraso en permitirles desembarcar en un puerto seguro los expondrá, de nuevo, a la incertidumbre y la ansiedad: los hará sentir que no valen nada y que no son bienvenidos", advierte la responsable de MSF.

Mientras, el acuerdo para crear un mecanismo de desembarco que permita evitar situaciones de estancamiento parece estar aún más lejos ante la imposibilidad de los países comunitarios en llegar a un acuerdo, como han pedido numerosas organizaciones, entre ellas MSF.