48 años, 1 mes y 18 días. Es el tiempo que Glynn Simmons ha pasado entre rejas por un crimen que no cometió: "La persona equivocada en el sitio equivocado", lamenta ahora, que explica los motivos que le llevaron gran parte de su vida entre rejas: "La policía necesitaba a un joven negro, era 1975". En esa época, Simmons tan solo tenía 22 años. Fue condenado por asesinar a una mujer en un robo a una licorería de Oklahoma.
En la rueda de reconocimiento una testigo lo señaló como sospechoso. A él y a otras personas, pero esa información nunca llegó al juez. La testigo, que en el momento del robo también recibió un disparo, testificó en la Corte que Simmons era uno de los dos hombres que dispararon y cometieron el atraco. Tras el juicio, Glynn Simmons fue condenado a pena de muerte, conmutada después por cadena perpetua. Él siempre ha defendido su inocencia, de hecho, siempre dijo que en el momento del crimen ni siquiera se encontraba en Oklahoma.
En julio de este año le liberaron y ha sido ahora cuando le han exonerado de todos los cargos porque las pruebas en su contra eran circunstanciales y poco claras. Incluso el asistente del fiscal llegó a decir, en una rueda de prensa, que faltaban pruebas y que el departamento de policía no obtuvo las evidencias de la escena del crimen. Ahora está feliz y dispuesto a disfrutar de la libertad que tan injustamente le arrebataron.
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Esta sentencia es la más injusta y la más larga de Estados Unidos. Aunque para Simmons ha sido un aprendizaje: "Es una lección en resiliencia, en tenacidad, en tener fe y en creer", dice con una sonrisa y sin rastro de rencor. Es más, su cometido ahora, a sus 71 años y luchando contra un cáncer de hígado, es ayudar a reparar el sistema judicial para que ningún inocente cumpla condena.