A sus 18 años, está en Niza en una escuela para mejorar su francés, corrió hasta ponerse a salvo, perdió a sus amigos y no tenía batería. A la luz de las velas aún le duele el recuerdo: "Es difícil, pero bueno, se intenta pasar".

Cualquier ruido esa noche provocaba más carreras "era un día de mucho viento y se caía una papelera y la gente se pensaban que era un disparo o una bomba y corrían". Muchos amigos españoles volvieron de inmediato a España, no pudo ni despedirse: "Que yo sepa son cinco o seis pero hay muchos más".

Él decidió quedarse: "Estuve pensando, estaba asustado pero no vi motivo para irme". Un amigo de Carlos, menor de edad que también estudia con él, cuenta su experiencia: "Estaban llorando muy desconsolados, prácticamente no podían ni marcar el número que iban a llamar por teléfono".

Son jóvenes valientes, ellos decidieron seguir. Pero lo que vivieron les ha marcado de por vida: "No vas igual, no tienes miedo pero tampoco es que estés confiado de decir que no va a pasar nada, estás como más pendiente de todo lo que está pasando a tu alrededor", asegura Carlos.