Esta mansión ha sido uno de los grandes quebraderos de cabeza de un tenista que lo tuvo todo: éxito, fama y muchísimo dinero. Amasó una fortuna de más de 200 millones de euros. Pero prefirió despilfarrarlos en caprichos caros y malas decisiones. Por ejemplo: comprarse un Maserati y al mes ser confiscado por la Policía. Acumuló tantas multas en sólo 30 días que tuvieron que quitárselo.

Pero sus verdaderos problemas empezaron en 2000 con una historia increíble. Una modelo aseguró que Boris Becker era padre de su hija. A cambio de su silencio, le pedía cinco millones. El tenista no quería creérselo porque sólo mantuvo sexo oral con ella.

Lo que Boris no sabía es que la modelo estaba asociada con la mafia rusa y usó el semen de ese encuentro. Lo guardó en un bote y se lo inseminó después. La hija era suya y Becker tuvo que pagarle cinco millones.

Lejos de convertirse en un secreto, acabó saliendo a la luz, costándole el divorcio con su mujer. Una separación que no fue precisamente baja: 15 millones de euros. Para poder costeárselo, se apoyó económicamente en su socio. Él le iba prestando dinero para que financiase sus negocios. Ahora le reclama 36 millones.

También ha perdido la vivienda de su madre de 81 años que tenía como depósito en otro préstamo. Desde el pasado junio, la Justicia británica le ha declarado en bancarrota.

Y a todos estos varapalos, súmenle que no va sobrado de buena salud. No puede caminar con agilidad y tiene que usar muletas. No quiere perder la sonrisa, pero son demasiados golpes recibidos para un deportista que estaba acostumbrado a devolverlos todos.