Rafa Paz fue durante muchos años un jornalero de la banda derecha del Sánchez Pizjuán, un hombre de club, un tipo respetado y querido por su afición. También, el vecino de Diego Armando Maradona cuando el 'Pelusa' jugó una temporada en el Sevilla. Las anécdotas, ya se lo pueden imaginar dada la magnitud del personaje, son incontables.
"Un día Maradona me fue a recoger a casa y tocó a todas las puertas menos a la mía. Busco a Rafa, les decía a todos, me he equivocado, ¿dónde vive?", recuerda Rafa en conversación telefónica con LaSexta. "Y todo con una sencillez tremenda, como era él cuando no se sentía presionado. El resultado, medio vecindario en la calle, claro". Así era el día a día de Rafa y Diego en aquel año 92, compartiendo coche para ir a entrenar a la ciudad deportiva del Sevilla, con la típica conversación de vecinos que trabajan en el mismo sitio: "¿te recojo o me recoges?" Esas vivencias Rafa las tiene grabadas a fuego. Como la personalidad del Maradona amigo, la más desconocida para el público.
Diego era excesivo en casi todo, pero en las distancias cortas se trataba de una persona muy diferente al Maradona de la televisión, al de la histeria colectiva, al ídolo de masas: "Era muy buena gente, sencillo, humilde, muy persona. Lo era todo en el mundo del fútbol, pero te trataba con un cariño increíble. Diego podía estar un día con un Jefe de Estado y al día siguiente ayudar a una persona desfavorecida". Esa personalidad agrandó su mito, que desbordaba cualquier previsión mediática. El lado oscuro fue la falta de intimidad, claro.
"No podía andar por la calle, ni ir a ciertos sitios. Y esa situación Maradona la sufría", recuerda Rafa Paz 28 años después. Y hoy se pregunta, con cierta amargura, "si ese es el precio tan alto que hay que pagar, el de no poder vivir. Nosotros éramos jugadores de élite también, pero teníamos cierta normalidad, podíamos salir a la calle. Eso él no lo podía alcanzar y le tocaba a nivel humano, lógicamente".
Maradona solo estuvo una temporada en el Sevilla. Su mejor fútbol ya había pasado, pero su leyenda y calidad seguían intactas: "Cuando lo fichó el Sevilla estábamos todos expectantes por verlo en acción, saber cómo entrenaba". Y ahí fue cuando una vez más sorprendió a todos. "Se tomaba los entrenamientos muy en serio. La mínima 'pachanga' se la tomaba como la Final del Mundial, era un competidor brutal. No le gustaba salir al campo y no volver embarrado".
Una imagen mítica de su estancia en la capital hispalense fue dando toques a una bola de papel de plata que habían tirado al campo en pleno partido. "Una mandarina, un limón…Él disfrutaba al levantar del suelo cualquier cosa, hasta una moneda con esa zurda mágica que tenía". La zurda que le convirtió en un mito imborrable.
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