Turistas en hoteles de lujo o jóvenes que están dispuestos a dormir sobre el asfalto de Pamplona. Grandes comilonas o bocadillos de salami. Balcones con privilegiadas vistas o el escaso espacio que ofrece la muchedumbre. Las diferencias en los Sanfermines son grandes, pero la coincidencia es universal: al final todos sucumben a la tentación de la sangría.
Los contrastes de San Fermín se diluyen en la sangría