Mientras los focos están puestos en la búsqueda de la vacuna para la COVID-19, otro problema de Salud global está llamando a la puerta: la resistencia de bacterias a los antibióticos. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), si no se toman medidas urgentes, en 2050 será la principal causa de muerte en el planeta.

No es únicamente un problema del futuro. Cada año, sólo en España, mueren casi 3.000 personas como consecuencia de infecciones hospitalarias originadas por bacterias resistentes, según las cifras del Registro del Conjunto Mínimo Básico de Datos (CMBD). Y en toda Europa se contabilizan alrededor de 33.000 por este mismo motivo.

El problema surge cuando un "determinado antibiótico ya no funciona para una infección bacteriana", explica a laSexta.com la catedrática en Microbiología, MªTeresa Pérez Gracia, quien aclara que esto ocurre cuando una bacteria ha mutado ocasionando su resistencia al fármaco. La principal causa de este fenómeno es "el mal uso de los antibióticos", asegura.

La urgencia frente a esta amenaza hizo que el 17 de febrero de 2017 la OMS publicase un listado con los patógenos prioritarios resistentes a los antibióticos en la que se incluían las 12 familias de bacterias más peligrosas para la salud humana. Dicha lista fue elaborada por un grupo de expertos independientes reunidos por la OMS para motivar a la comunidad científica a investigar tratamientos innovadores contra dichas bacterias.

¿Cómo evitar la resistencia bacteriana a los antibióticos?

En la lucha contra la resistencia se han movilizado numerosas iniciativas ciudadanas en todo el mundo. Un ejemplo de ello es el proyecto SWI (Smart World Initiative), que nace de la Red Tiny Earth, en la que participan 12 países y más de 200 universidades.

Se trata de un proyecto de ciencia ciudadana en el que participan tanto preuniversitarios como universitarios, explica al otro lado del teléfono la directora de SWI de la Universidad CEU Cardenal Herrera (Valencia), Mª Teresa Pérez. La iniciativa hace que los jóvenes de los colegios e institutos "trabajen en un experimento real para la búsqueda de nuevos microorganismos que produzcan antibióticos", expresa la coordinadora del proyecto, quien señala que al mismo tiempo se les conciencia "en el uso responsable de los mismos".

En este sentido, el proyecto de la universidad valenciana ha elaborado un decálogo con los consejos básicos a seguir para hacer un uso adecuado de los medicamentos y preservar así su eficacia terapéutica en el futuro. Entre ellos, se advierte que no se debe reutilizar los medicamentos, sino que deben ser depositados en el punto SIGRE de las farmacias.

Así se desarrolla un nuevo medicamento

El descubrimiento de fármacos a lo largo de la historia ha sido en muchas ocasiones un hallazgo casual, según expresa la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS). Sin embargo, con el paso de los años la situación ha ido cambiado. En la actualidad, el descubrimiento y desarrollo de nuevos medicamentos responde a rigurosos procesos de investigación, que implica una inversión media de 2.500 euros, un plazo estimado de entre 10 y 12 años, dividido en cinco fases.

La primera de las fases es la de descubrimiento. En ella se identifica una necesidad médica valorando que la tasa de éxito final es baja, se calcula que solo 250 de cada 10.000 moléculas estudiadas en esta fase pasan a la investigación preclínica. Durante esta segunda etapa se ensaya en profundidad el compuesto elegido en el laboratorio y se confirma que será seguro para los humanos. Durante dicho ciclo es de vital importancia conocer cómo eliminará el medicamento el organismo y cuáles pueden ser sus efectos.

A continuación, se pasa a la etapa clínica (formada por 3 fases), en la que se comprueba cómo actúa el medicamento en las personas y se confirma que se trata de un fármaco adecuado y eficaz en el tratamiento de la enfermedad que pretende combatir.

La penúltima fase es la de aprobación y registro del nuevo medicamento, en la cual se tramita la solicitud a las agencias responsables de autorización para su comercialización, como la AEMPS en el caso de España. Este tipo de documentos recogen toda la información recopilada desde el inicio hasta el final de la investigación para autorizar su comercialización y uso, por eso, suelen tener decenas de miles de páginas.

Una vez autorizado, el nuevo medicamento entra en la última etapa: la de vigilancia, cuando empieza a ser comercializado.

La respuesta a la resistencia microbiana en España: el PRAN

La resistencia a los antibióticos es un problema que afecta tanto a la salud humana como a la sanidad animal, así como a la agricultura, la ganadería, el medioambiente, el comercio y, por tanto, a la economía mundial.

La poca efectividad de algunos medicamentos hace que los pacientes tarden más en recuperarse y que aumente el gasto en sanidad pública. Se calcula que este coste añadido es de 1.500 millones al año en la Unión Europea, que extrapolado a cifras nacionales suma un coste de aproximadamente 150 millones de euros anuales.

Ante esta situación, la Unión Europea puso en marcha en 2011 un Plan Director de Acción sobre Resistencias Antimicrobianas para animar a sus estados miembros a implantar planes nacionales. De este contexto nació en España en 2014 el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN).

Se trata de un programa de carácter estratégico y de acción cuyo objetivo es disminuir el riesgo de selección y propagación de la resistencia a los antibióticos y, consecuentemente, reducir el impacto de este problema sobre la salud de las personas y los animales, preservando de manera sostenible la eficacia de los antibióticos existentes.

El proyecto ha recibido desde su puesta en marcha una inversión directa total de 2,5 millones de euros, gracias a la AEMPS, según se expresa en la página oficial del PRAN. El primer plan en España tuvo una vigencia de cinco años (2014-2018). En 2019 se aprobó uno nuevo, previsto hasta 2021. Éste último propone seis líneas estratégicas comunes para la salud humana y la sanidad animal:

1. Vigilancia del consumo y de la resistencia a los antibióticos

2. Controlar las resistencias bacterianas

3. Identificar e impulsar medidas alternativas y/o complementarias de prevención y tratamiento

4. Definir las prioridades en materia de investigación

5. Formación e información a los profesionales sanitarios

6. Comunicación y sensibilización de la población en su conjunto y de subgrupos de población

Farmacéuticas del mundo, unidas en la búsqueda de nuevos fármacos

Para luchar contra la resistencia bacteriana se ha creado una alianza internacional compuesta por más de una veintena de compañías farmacéuticas, que se embarcan así en la investigación y desarrollo de nuevos antibióticos. La iniciativa, que recibe el nombre de AMR Action Fund, ha conseguido recaudar hasta el momento cerca de mil millones de dólares, lo que se traduce en la obtención de entre 2 y 4 antibióticos nuevos en los próximos 10 años.

Algo similar se creó el año pasado en nuestro país: La Red de Laboratorios para la Vigilancia de Microorganismos Resistentes. El organismo busca dar respuesta a "un problema que está condicionado por la aparición de nuevos mecanismos de resistencia, la rápida evolución de los ya existentes y la dispersión de los denominados clones multirresistentes de alto riesgo", según expresó entonces el director del Centro Nacional de Microbiología del El Instituto de Salud Carlos III, Jesús Oteo.

La creación de este nuevo organismo, situado dentro del Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN), ha favorecido el intercambio de información entre los laboratorios que lo forman con el fin de lograr buenos diagnósticos en este campo y avanzar en la investigación de este problema de salud global.