Stephen Power, un joven británico de 29 años, sufrió un accidente de moto cuando volvía a casa tras salir con sus amigos. Hace apenas unas semanas nunca se habría sentado delante de una cámara y mucho menos habría permitido que le hicieran un zoom directamente al rostro. Pero ahora sí, se siente seguro.

Muy lejos ha quedado ya ese chico acomplejado por un pómulo totalmente hundido, una nariz arqueada y torcida, un ojo sin expresión y perdido. Eran las secuelas que le había dejado un accidente de moto y parecían eternas hasta que se cruzaron en su vida unas piezas, réplicas de los elementos de su cara, elaboradas por una impresora 3D y que en la mesa de operaciones sirven como implantes, pero también como una hoja de ruta a los doctores.

Y salió tan bien que ahora nadie se gira para mirar a este chico de Gales que quería volver a ser precisamente eso, un chico cualquiera de Gales. "Antes no salía mucho, sólo si era imprescindible, pero ahora salgo cuando quiero", asegura el joven. Un chico normal en la calle pero una avanzadilla del futuro para la cirugía. Lo importante de este paso, dicen los expertos, que dentro de quizás no mucho las impresoras 3D fabricarán órganos, piel a demanda, trozos de ser humano, etc. Por el momento, a Stephen Power ya le han devuelto su mirada.