El resultado del trabajo científico se dio a conocer en un acto organizado en la Universidad Nacional de Ciencia y Tecnología MISiS. El naledi es mitad simio, mitad hombre. En lugar de responder a preguntas sobre el origen de nuestra especie, es un eslabón que no encaja muy bien en la cadena evolutiva, explica el antropólogo ruso Stanislav Drobishevski.
"Combina aspectos muy primitivos, como el cerebro, más propios de los primates, con otros muy desarrollados (como los dientes y las piernas), que se asemejan a los del hombre contemporáneo", apunta el científico. "Son muy peculiares. Miden 1,5 metros y tienen un cerebro que pesa entre 400 y 600 gramos, justo en el límite que separa al Australopithecus (primate bípedo) del Homo habilis, el primer homínido al que se considera humano.
De hecho, los primeros análisis de los restos de 15 individuos hallados en una profunda cámara de la cueva surafricana Rising Star hicieron pensar a sus descubridores que estaban ante una de las primeras especies humanas, que habría vivido hace tres millones de años.
La sorpresa fue mayúscula cuando las pruebas de datación revelaron que el naledi vivió hace tan sólo 300.000 años, cuando el Homo rhodesiensis -una de las especies humanas más próximas al hombre contemporáneo- ya campaba a sus anchas por la sabana sudafricana.
"La convivencia de estas dos especies en un mismo ecosistema indica que la evolución humana pudo haber seguido caminos distintos", afirma Drobishevski. Otras especies humanas convivieron en una misma época histórica, pero o eran tan distintos como el hombre y el chimpancé (como es el caso del Australopithecus y el habilis), o bien habitaban en distintos continentes o separados por fronteras geográficas infranqueables.
La forma en que se relacionaban los naledi y los rhodesiensis, a los que algunos antropólogos colocan dentro de la especie Homo sapiens, son un misterio. "Pudieron cooperar e incluso pudieron cruzarse. De hecho, el genoma de algunos pueblos africanos como los pigmeos y bosquimanos tiene genes que hasta ahora no se han podido explicar", señaló el antropólogo ruso.
Publicado en la revista 'Nature'
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