Un equipo de científicos de la Universidad de Helsinki ha descubierto prometedores candidatos a antibióticos en las profundidades del océano Ártico, que pueden servir para nuevos medicamentos con menos probabilidades de ofrecer resistencia. El estudio ha sido publicado este viernes en la revista 'Frontiers in Microbiology'
Los antibióticos son el eje de la medicina moderna. Sin ellos, cualquier persona con heridas abiertas o que necesite someterse a una intervención quirúrgica correría el riesgo constante de contraer infecciones peligrosas. Sin embargo, hay una crisis mundial de antibióticos, ya que están evolucionando cepas bacterianas cada vez más resistentes, mientras que el ritmo de descubrimiento de antibióticos nuevos se ralentiza.
Según este estudio, el 70% de todos los antibióticos autorizados en la actualidad se han derivado de actinobacterias del suelo y la mayoría de los entornos de la Tierra aún no han sido explorados en busca de ellas.
Por lo tanto, los autores defienden la búsqueda en actinobacterias en otros hábitats, especialmente si produce moléculas nuevas que no maten a las bacterias directamente ni impidan su crecimiento, sino que solo reduzcan su virulencia o capacidad para causar enfermedades.
Esto se debe a que es difícil que las cepas patógenas específicas desarrollen resistencia en estas condiciones, mientras que estos compuestos antivirulentos también tienen menos probabilidades de causar efectos secundarios no deseados.
"Aquí mostramos cómo los ensayos de detección avanzados pueden identificar metabolitos antivirulentos y antibacterianos a partir de extractos de actinobacterias", afirmó Päivi Tammela, profesor de la Universidad de Helsinki (Finlandia). "Descubrimos un compuesto que inhibe la virulencia de 'E. coli enteropatogena' (EPEC) sin afectar su crecimiento y un compuesto inhibidor del crecimiento, ambos en actinobacterias del océano Ártico".
Compuestos desconocidos
Tal como cuenta este nuevo estudio, los investigadores desarrollaron un nuevo conjunto de métodos que pueden probar el efecto antivirulento y antibacteriano de cientos de compuestos desconocidos simultáneamente.
De forma más específica, se centraron en una cepa de EPEC que causa diarrea grave (y a veces mortal) en niños menores de 5 años, especialmente en países en desarrollo. Ese virus causa enfermedades al adherirse a las células del intestino humano. Una vez que se adhiere a estas células, la EPEC inyecta los llamados 'factores de virulencia' en la célula huésped para secuestrar su maquinaria molecular y, en última instancia, matarla.
Los compuestos probados se derivaron de cuatro especies de actinobacterias, aisladas de invertebrados muestreados en el mar Ártico frente a Svalbard durante una expedición del buque de investigación noruego 'Kronprins Haakon' en agosto de 2020. Después se cultivaron estas bacterias, se extrajeron sus células y su contenido se separó en fracciones y posteriormente, cada fracción se probó 'in vitro', contra EPEC adherido a células de cáncer colorrectal cultivadas.
Los investigadores encontraron dos compuestos desconocidos con fuerte actividad antivirulenta o antibacteriana: uno de una cepa desconocida (llamada T091-5) del género ‘Rhodococcus’, y otro de una cepa desconocida (T160-2) de 'Kocuria'.
A diferencia de los compuestos de T160-2, el de T091-5 no ralentizó el crecimiento de las bacterias EPEC. Esto significa que esa es la cepa más prometedora de las dos, ya que es menos probable que la EPEC desarrolle resistencia a sus efectos antivirulentos.
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