Al norte de Estados Unidos, en la frontera con Canadá, se escucha de forma repetida una palabra que se antoja tan preocupante como decisiva para el futuro de los trabajadores estadounidenses: deslocalización, otra de las importantes claves en la victoria de Trump y que promete acrecentar un conflicto financiero y comercial en Estados Unidos. ¿La razón? Las fábricas están abandonando el país para irse a México a producir a un coste mucho más barato, y Trump ha sabido decirle a esos obreros asustados lo quieren escuchar: el empleo se mantendrá e, incluso, crecerá.

Nada más ganar las elecciones, Trump logró cerrar un acuerdo con la empresa y viajó hasta a ella para anunciarlo

Esta promesa se hizo realidad en un lugar concreto de EEUU. En Indianápolis, capital del estado de Indiana, el excéntrico multimillonario ganó a Clinton por casi 20 puntos de ventaja. Y la clave de esta victoria está en la fábrica de Carrier, compañía de sistemas de aires acondicionados. Concretamente, en un vídeo casero publicado en febrero de 2016 que jugó un papel propagandístico fundamental en el asceso de Trump a la presidencia.

En el vídeo, el jefe de la empresa anunciaba a sus trabajadores que esta iba a cerrar para instalarse fuera, en México. El ahora presidente de EEUU aprovechó el revuelo que causó dicho anuncio, que en principio ponía en peligro los puestos de miles de trabajadores, para actuar, en plena campaña, a base de tuits. En sus mensajes aseguraba ser "el único que puede arreglar esto", añadiendo: "Conmigo al mando no pasará". Y lo cumplió. Nada más ganar las elecciones, Trump logró cerrar un acuerdo con la empresa y viajó hasta a ella para anunciarlo.

Allí sólo caben palabras de puro agradecimiento de trabajadores de la empresa y sus respectivos familiares al hombre que ha conseguido 'salvar' 2.000 puestos de trabajo. En palabras de uno de los trabajadores de Carrier, Edward: "[Trump] tiene una gran familia y entiende que el trabajo va por delante para las familias. Está intentando que todo funcione".

La paradoja de la situación de Edward es trascendental para entender el cambio político que ha vivido Estados Unidos en los últimos meses. Él lo tiene todo para repudiar a Trump: es de clase trabajadora, demócrata de toda la vida y afroamericano. Sin embargo, adora al nuevo presidente, pese al marcado carácter racista y xenófobo de este, y afirma que volverá a votarle la próxima vez.

Las víctimas de Trump, o la 'cara B' del acuerdo entre el presidente y Carrier

Chuck Jones es el presidente del sindicato mayoritario en la fábrica de Carrier en Indiana, y ha sido de los primeros trabajadores en notar los efectos del acuerdo entre la empresa y el presidente. Afirma que, desde dicho pacto, la sala de reuniones de su sede sindical ha empezado a quedarse vacía. Los trabajadores se han ido con Trump y ya no confían en el sindicato.

A Chuck Jones le costó caro hablar de forma tan clara sobre estas presiones de Trump.

Chuck cuenta a laSexta que un gran número de los miembros sindicales no habían votado nunca al bando republicano, pero sí se decantaron por Trump en las pasadas elecciones: "Es raro para lo que estaba acostumbrado. Trump ha hecho un trabajo magnífico de campaña y a la gente le gustó lo que dijo. Muchos pensaron '¿qué tenemos que perder?'". Pero no todo fueron luces en el acuerdo entre Carrier y Trump. La sombra del caso se cernió sobre la gran baza con la que contaba el magnate republicano para presionar a la fábrica: Carrier dependía por entero de sus contratos con el Gobierno.

Al propio líder sindical le costó caro hablar de forma tan clara sobre estas presiones de Trump. "Tienen cinco billones en contratos militares. Si yo fuera Trump, iría al CEO y le diría 'Probablemente quieras reconsiderar lo que estás haciendo, porque podrías perder algunos contratos’. A ello respondió el mismísimo presidente a través de un tuit.

Chuck no tardó en convertirse en toda una celebridad a nivel nacional con su crítica a la posición de Trump frente al caso de Carrier. Pero también su mensaje, que centró el debate en las controvertidas tácticas del presidente para evitar que las fábricas se fueran de EEUU para así producir a un coste menor. Esto es, ¿puede el Gobierno de Estados Unidos presionar a cada empresa que amenace con irse del país?

Para este líder sindical, "la única manera de que los trabajos se queden es con la legislación, poniendo restricciones a las empresas que dejan el país porque buscan pagar salarios más bajos". Pero ni siquiera para el Gobierno de Trump son fáciles, o al menos factibles, cerrar este tipo de acuerdos con las empresas que quieren trasladar sus sedes a otros países. Es el otro rostro de la lucha sindical contra la deslocalización y las políticas de Trump al respecto.

Es lo que expone John Feltner, un obrero y sindicalista de otra fábrica ubicada en Indianápolis, Rexnord, que también anunció su marcha a México. Trump también aprovechó esta ocasión para expresar su indignación, a través de Twitter, por el traslado de este centro de rodamientos industriales. No obstante, y a diferencia del caso Carrier, Trump no logró llegar a un acuerdo con Rexnord. La empresa ha cerrado y ha iniciado el traslado, dejando en el olvido de EEUU más de 300 puestos de trabajo.

Y sin embargo, John, orgulloso izquierdista, admite dolido que votó a Trump y que, pese a todo, seguirá haciéndolo. Sus razones se unen a las de millones de estadounidenses cuando se le pregunta por su voto a Trump: "Era el único que hablaba de nosotros. Los demócratas, a los que normalmente apoyamos… si no estás hablando de mí y de mi trabajo y de ayudarme, ¿por qué necesitas mi apoyo?". Espera encontrar en su nuevo presidente la esperanza de un futuro mejor.