Entre otras cosas, Orson Welles fue incinerado para que nadie le hiciese sombra en el cementerio. La cremación de su cuerpo tuvo lugar en Los Ángeles, ciudad donde murió con la sonrisa derrotada ante el infarto.

Lo que poca gente sabe es que sus cenizas reposan al fondo de un pozo ciego tras haber permanecido más de año y medio en el maletero de un coche. El pozo se encuentra en Ronda, en la finca del que fuera su amigo, el matador de toros Antonio Ordóñez; y el coche no era otro que el Ford verde botella del cámara que lo acompañó en su última deriva, partiendo la realidad en fragmentos idénticos de una película sin finalizar: La otra cara del viento.

Hace poco, dicha película fue montada y hoy la podemos ver en la plataforma Neftlix. Se trata de una adaptación de la leyenda shakesperiana de El rey Lear, pero llevada al escenario de las bambalinas cinematográficas, es decir, trasladada al rodaje de una película donde un veterano director, protagonizado por John Huston, ofrece una fiesta con el objetivo de atraer inversores para finalizar su último proyecto.

A medida que avanza la cinta, John Huston se va mostrando cada vez más borracho y, con ello, los fantasmas del pesimismo se evidencian en su conducta. No lo puede evitar. El veterano director se empequeñece frente al joven director que representa una amenaza para él y que es interpretado por Peter Bogdanovich.

Tiempo después, el mismo Bogdanovich sufrió el espectro de la inquietud del director veterano en sus propias carnes. La relación de amistad entre él y Orson Welles se fue deteriorando hasta perderse por completo. Algo parecido cuenta Bogdanovich en el prólogo de su libro de conversaciones con Orson Welles. Un libro repleto de literatura, veneno y puntos de vista donde Orson Welles abre la caja de los trucos en cada respuesta. Sin ir más lejos, según cuenta Welles, a la hora de dirigir actores, el verdadero actor, el que se muestra con posibilidades para ser dirigido frente a las cámaras, "en ningún caso puede llegar a ser demasiado llamativo".

Pone como ejemplo al gran Laurence Olivier del que Welles llega a decir que "en el cine jamás llegó a ser una sombra de aquella presencia electrizante que mandaba en el escenario. ¿Por qué la cámara empequeñecía a Laurence Olivier? ¿Por qué engrandecía a Gary Cooper? ¿Hay alguien que sepa algo de la técnica ante la cámara?"

La magia de la cámara, la ciencia oculta de la máquina que capta el sentimiento, es desvelada cuando Orson Welles la enfoca en sus respuestas. "Lo que la cámara hace es fotografiar pensamientos", apunta el director de Ciudadano Kane en este libro-entrevista que compuso con Bogdanovich en los tiempos en que empezó a rodar su película póstuma: La otra cara del viento.

El libro se titula Ciudadano Welles y ha sido publicado en castellano por la editorial Capitán Swing. La introducción arranca con una famosa cita sacada de la película Mr. Arkadin. Se trata de la fábula del escorpión y la rana. Para quien no la conozca, dice así:

Ahora voy a hablarles de un escorpión. Este escorpión quería pasar el río y le pidió a la rana que lo llevara.

"—No —le dijo la rana—, no gracias. Si te dejo que subas a mi espalda puedes picarme y la picadura del escorpión es mortal.

"—¡Vaya! —replicó el escorpión—. ¿Dónde está la lógica de tus palabras? —los escorpiones siempre tratan de ser lógicos—. Si yo te pico... tú te mueres y yo me ahogaré.

"Al oír estas palabras la rana quedó convencida y permitió que el escorpión se subiera encima de ella. Pero cuando estaban en medio del río sintió un dolor terrible y se dio cuenta de que, pese a todo, el escorpión la había picado.

"—¡Y tú hablabas de lógica! —gritó la rana moribunda cuando comenzó a hundirse, arrastrando al escorpión bajo las aguas—. ¡No hay lógica en esto!

"—Ya lo sé —respondió el escorpión—, pero no he podido evitarlo. Es mi naturaleza".

Si trasladamos esta fábula a la escena política actual y a los actores reunidos en torno a la mesa de acuerdos para formar Gobierno, se hace fácil identificar quién es el escorpión y quién la rana. Por eso mismo, debido a la naturaleza ideológica de Pablo Iglesias y debido a la naturaleza de un Pedro Sánchez carente de ideología, el juego del escorpión y de la rana no ha funcionado entre ellos. Pablo Iglesias sabe bien que la picadura del escorpión no se hace esperar. Por eso mismo, no ayuda a Pedro Sánchez a cruzar el río.

Dicho esto, ahora, brindemos por la naturaleza. Y por Orson Welles.