Los años electorales se caracterizan por un continuo ir y venir de promesas que luego se cumplen a medias o no se cumplen. Ya conocemos el paño. Estamos viviendo tiempos de desencanto político donde el hemiciclo ha quedado convertido en un hemicirco con diversiones y actuaciones aptas para todos los públicos; el histrionismo de Gabriel Rufiánha sido contrapunto a medida para el absurdo de la moción de censura planteada por Vox, un espectáculo dadaísta que ha traído hasta nuestro Parlamento ibérico el Cabaret Voltaire de los tiempos de Tristan Tzara.

Llegados aquí, un servidor de ustedes sólo tiene fe en el escepticismo, pues ha dejado de creer en ficciones colectivas hace tiempo. Ahora, lo que más me seduce es la idea que en su día tuvo aquel banquero de Pessoa cuyo anarquismo siempre estuvo más cerca de la revolución que desencadena la igualdad social que cualquiera de las ficciones que se tratan y debaten en el hemiciclo. Porque el banquero anarquista de Pessoa sabe que no hay cambio si quitas una ficción social y pones otra. Lo que en román paladino viene a ser desvestir un santo para vestir a otro.

Con este conocido relato que acaba de ser publicado por la editorial El Paseo junto con otros cuentos políticos bajo el título de La oligarquía de las bestias, lo que consigue Fernando Pessoa es hacernos ver que el único camino para cambiar ficciones sociales por realidades sociales es el camino que se toma individualmente. Porque el verdadero cambio que puede darse en el proceso histórico es mudando la ficción social por la realidad social, y la única manera de conseguirlo -de raíz- es con el individualismo, dejándose de razones colectivas y de zarandajas de ese tipo que siempre llevarán a la tiranía de unos sobre otros según intereses personales. El cuento de Pessoa es una sátira con mucha carga certera, aunque los más reaccionarios siempre antepongan que el camino del individualismo lleva al egoísmo y, por consiguiente, a un falso anarquismo que desembocará en liberalismo económico. Pero nada más lejos.

Al igual que su banquero tomó el camino de hacer fortuna para tomar distancia entre él y el dinero, Pessoa se dedicó a tomar distancia entre él y cualquiera de los otros que también fue. Me refiero a Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Bernardo Soares, Ricardo Reis o cualquier otro de los heterónimos que utilizó en vida, como si él mismo fuese una multitud. Poeta, inventor, astrólogo, filósofo social y hombre curioso cuya obra no deja de sorprendernos en cada nueva lectura, el banquero anarquista de Pessoa es una referencia para todas aquellas personas que anden desencantadas de la política institucional y de su grotesco espectáculo donde no existe discusión, ya que, ni en un lado ni en otro existe discurso.

Lo único que hay en nuestra política parlamentaria es falta de vergüenza y descaro a la hora de construir una ficción social que no se mantiene por más tiempo. El individualismo, el poder pensar por uno o por una misma, queda muy lejos de las intenciones de cualquier bancada. Nos quieren y solicitan aborregados para vitorear y alzar banderas en sus mítines donde las promesas son como ramilletes de flores que pronto se marchitan. Lean a Pessoa en esta edición prologada y traducida por Manuel Moya. Lean a Pessoa y entenderán mejor el mundo.