- Yo voy a la reunión del cole, no te preocupes.

Le he dicho al buenpadre esta mañana. Normalmente él se encarga de estos menesteres. Y también de leer el chat del colegio, recoger material y libros. Porque hay que predicar con el ejemplo, ¿no? Pues eso.

Nada más llegar al colegio, he preguntado dónde era la reunión. Tengamos en cuenta que el año pasado nos cambiamos de ciudad y colegio y que esta ha sido la primera reunión presencial desde que comenzara esta pandemia. Y si ya me costaba ubicarme en el colegio de Madrid, en este nuevo más.

El caso es que una vez ubicada, en la puerta de la clase, una madre me ha dicho: "¿eres del A o del B?". DRAMA. Silencio. Mmmm. Ehhhh. "Espera que lo mire". Si con dos ya confundía los nombres de las tutoras (siempre han sido mujeres), con tres ya no me sé ni la letra de cada una. ¡Malamadre de manual me llaman! He mandado un whatsapp al buenpadre y ya me he vuelto a ubicar.

Hemos entrado y nos hemos sentado. En un momento dado, alguien ha dicho: "somos pocos padres (y madres, he pensado, que además somos mayoría), ¿no?". Pues sí, teniendo en cuenta que son 25 alumnos y alumnas, allí estábamos unos 11 o 12 padres y madres. "Demasiados somos", he pensado. Un lunes, comienzo de semana, a las 11 de la mañana es un horario bastante poco conciliador. De verdad que no entiendo por qué no intentamos cambiar la inercia de estas cosas. No se discute, se acepta y listo. Y si manifiestas tu queja, parece que vas en contra del colegio, el profesorado y la institución educativa. No es así, creo que tenemos que buscar el término medio, el equilibrio a la hora de definir horarios de clases, horarios de tutorías o reuniones, períodos de adaptación, porque la mayoría de madres y padres no pueden conciliar con su vida o trabajo. Al final solo podemos las autónomas, que trabajamos 24 horas 7 días a la semana (las grandes olvidadas por las instituciones), pero que contamos con la flexibilidad que deberían tener todas las trabajadoras de este país, sobre todo, las madres sinceramente.

Pero claro, para eso están las abuelas y los abuelos, que llenan las puertas de los colegios mientras me imagino a los dirigentes de este país pensando: "al final si no hacemos nada, todo se soluciona, el valor de la familia lo puede todo".

Pero sobre todo me ha venido a la cabeza una cosa, que me lleva rondando todas estas semanas de vuelta al cole: "¿De verdad no hemos aprendido nada?".

Recuerdo la reunión del año pasado, telemática y por la tarde. Con esto quiero decir que tenemos la responsabilidad de mantener aquellos cambios que benefician a la conciliación familiar y laboral, que permiten flexibilidad espacial y temporal y que además son de sentido común.

Nos hemos digitalizado a una velocidad que no hubiera sido posible sin esta crisis, que ninguna esperábamos ni queríamos por supuesto. Pero tenemos que quedarnos con lo positivo y estamos en el momento de parar y reflexionar, de repensar los modelos para avanzar. No podemos permitirnos ir volviendo al pasado, como si no hubiéramos aprendido nada. Mantengamos la opción presencial y telemática. Adaptemos los horarios para permitir la implicación de las familias y sobre todo hagamos equipo.

Esta reflexión la podemos trasladar igualmente a la absurda (en muchos casos) vuelta a las oficinas. Como si ya no fuera una opción, el teletrabajo se esfuma y la conciliación pende de un hilo. Nunca me habréis escuchado decir que teletrabajar con niños y con niñas sea la solución, pero ha sido la única opción para que miles de mujeres no hayan renunciado a su carrera profesional. Y puede ser una gran opción cuando un hijo o una hija enferma, cuando llegan las temidas cuarentenas y otras situaciones que parecen no importarle a nadie. Pero ahora, ahora ya no vale.

El teletrabajo bien regulado, con perspectiva de género, semipresencial, con los niños y las niñas de vuelta a las aulas, ahorra costes a las empresas, evita desplazamientos, favorece la diversidad, pudiendo incluir en los equipos personas con movilidad reducida, mejora la productividad, cuando los procesos son buenos y los objetivos están claros, mejora la igualdad, favorece la conciliación. Y lo que es mejor: ES POSIBLE. La pandemia ha acabado con las dos barreras, que parecían insalvables e innegociables en un país donde reinaba el presencialismo, donde se premiaba calentar la silla: "la falta de confianza y el control excesivo". Pero quizás solo era de fachada, temporal y porque no quedaba otra. Empresarios y empresarias de este país, si lo han hecho bien, habrán comprobado que la rentabilidad no cae, que la productividad aumenta y que permite tener equipos más comprometidos y por tanto felices en sus puestos de trabajo.

¿Acaso no es una razón suficiente? Y si además favorece la conciliación, les implica como agentes del cambio e impulsores de la corresponsabilidad social, ¿por qué no lo permiten?

De nuevo SILENCIO.

Y nos dejaremos llevar de nuevo por la inercia y el mundo laboral empezará a girar de manera frenética, acabando con la poca esperanza de que un mundo mejor en las empresas fuera posible.

¡Políticas y políticos de este país tienen un compromiso con las familias! No miren a otro lado porque no vamos a renunciar.

Feliz vuelta al cole a todas las Malasmadres, que luchan, sobreviven y sacan adelante este país.