Me siento feminista cuando me tiro a las calles un 8M a gritar bien fuerte que "NO es NO".

Me siento feminista cuando me uno a la huelga del 8M para reivindicar una igualdad real.

Me siento feminista cuando alzo la voz por la conciliación en la calle, en mi casa, en el colegio, en el Parlamento, en la oficina o en la panadería del barrio.

Me siento feminista cuando tengo la oportunidad de representar nuestra lucha social por la conciliación en medios de comunicación, pero también cuando le doy un beso de buenas noches a la buenahija y le susurro al oído: "estoy muy orgullosa de ti. No cambies nunca todo lo bueno que hay en ti porque a alguien no le gustes".

Me siento feminista cuando me cabreo con el mundo cada vez que recibo un mensaje de una madre que ha tenido que renunciar por ser madre. Otro mensaje de una mujer que ha sido despedida embarazada. Otro mensaje de una mujer que sufre la brecha salarial y la desigualdad.

He perdido la cuenta de los miles de mensajes que he recibido así. Y me cabrean, pero me agarro fuerte a cada una de ellas para seguir luchando. Para llevar nuestro "yo no renuncio" lo más lejos posible.

Me siento feminista cuando dejo la crianza en manos del buenpadre porque la corresponsabilidad es la base de la igualdad.

Me siento feminista cuando salgo a cenar con mis amigas, busco mi espacio propio e intento no perderme a mí misma en el rol de madre.

Me siento feminista cuando me pongo un pantalón largo porque no me ha dado tiempo a depilarme y me dejo las canas porque esta semana tampoco he podido coger cita en la peluquería.

Me siento feminista cuando siento que la maternidad me ha hecho mejor persona en muchos aspectos.

Me siento feminista cuando abrazo a mis hijas, siento que se para el tiempo y que esa unión que tenemos es lo más fuerte que jamás he sentido.

Me siento feminista cuando leo a Campoamor, cierro los ojos y siento su fuerza.

Me siento feminista cuando me alegro de los éxitos de tantas mujeres que tengo alrededor y que me inspiran cada día.

Me siento feminista cuando veo a mujeres en el poder, cuando leo artículos de opinión firmados por mujeres, cuando veo mesas de debate con expertas y veo paridad en la sociedad.

Pero también me siento feminista cuando me subo a unos taconazos, me pongo un traje amarillo brutal, me peino (aunque no me haya quitado las canas aún), me maquillo los ojos, me pinto los labios de rojo y me coloco unos papagayos de pendientes, que se ven a kilómetros. Y con ellos, me subo a un escenario ante 900 mujeres, me empodero y grito bien fuerte que somos Malasmadres y queremos fiesta.

Porque ser feminista no está reñido con gustarse, cuidarse y quererse. Ser feminista no es incompatible con ser femenina. Y si todavía nos perdemos en estos absurdos de antaño, mal vamos compañeras. Así no construimos igualdad, así no construimos sororidad, así nos dividimos y alimentamos el odio entre mujeres, que tan bien le ha venido a la sociedad durante tanto tiempo para decir que "las mujeres somos malas para las mujeres".

El viernes celebré nuestra sexta "Party" de Malasmadres y quien no vea en esta fiesta una declaración de intenciones, una oportunidad de desmitificar la maternidad y luchar por un nuevo modelo social de madres, en el que nuestra maternidad no esté reñida con nuestra identidad como mujeres independientes, libres y con futuro es que no ha entendido absolutamente nada.

A las mujeres que solo vean un tacón, un vestido, un photocall y una fiesta, les animo a que vengan a la próxima y se den la oportunidad de conectar con ellas mismas por una noche. Quizás tengan miedo a que les guste demasiado y ya no puedan faltar ni un año más.

Yo soy feminista. Hoy. Mañana. Y siempre.