Me da vueltas la cabeza pensando en el metaverso. No es poesía contemporánea, no. Su traducción podría ser algo así como "más allá del universo". ¿Qué no sabéis lo que es? Es la nueva dimensión o realidad, por llamarlo de alguna manera, que está preparando Marc Zuckerberg y que va a dominar no solo nuestro ocio o entretenimiento, sino las reglas del juego de esta vida loca, que a mí ya se me escapa de las manos.

Cuando las Malasmadres como yo todavía nos resistimos a los reels y no sabemos aún conectar todos nuestros dispositivos a la nube, vienen a contarnos que ya no vas a tener que salir de casa para ir a un concierto de tu cantante favorito o no vas a tener que ni ponerte las mallas para hacer una clase de pilates.

Cuando las Malasmadres como yo nos resistimos a los filtros de Instagram porque muestran una piel y un pelo, que oye más los quisiera para mí, pero no me representan y nos agarramos a la naturalidad de las ojeras y las patas de gallo, vienen a contarnos que tú te vas a levantar por la mañana, coges a tu avatar en tres dimensiones, que es mucho más joven, esbelta y happy por supuesto, y le pones el último outfit de moda para pasar un día de felicidad virtual al otro lado del charco.

No me da vueltas, me explota la cabeza. El sábado hablaba con mi amigo Pedro, que de estas cosas sabe más que yo, y estábamos flipando. Porque claro, esa es la realidad que van a construir y si tú te anclas a esta, que parece ser demasiado tradicional, aburrida y obsoleta para ellos, pues te quedas fuera.

- Mamá, pero yo voy a seguir queriendo ver de verdad a mis amigas.

Sí, eso pienso yo también hija. Pero pensémoslo por un momento. No estamos tan lejos de esto. ¿A cuántas personas, amigas, seguidoras, conocidas, no ves nunca pero mantienes una relación diaria de mensajes, comentarios y likes que luego cuando las ves en persona sientes que son parte de tu vida?

La pandemia nos ha llevado a una situación que es reflejo de este futuro que amenaza con llegar en 2030 con gafas con chip y todas las redes sociales integradas. Nos cuesta más quedar, nos hemos creído el síndrome de la cabaña y hemos aceptado unas reglas del juego que fomentan la individualidad y el mostrarnos delante de una pantalla, creyéndonos que lo que mostramos es más real a veces que lo que está detrás.

Me da miedito, seguro que cuando le cuente esto a mi madre me dice: "menos mal que a mí no me tocará vivir esta realidad".

Mientras sigo intentando procesar esto del META, pensando "seguro que llego tarde, como en todo" porque es lo que tiene ser madre de tres y dormir poco, recibo una invitación a la presentación del informe de UNICEF de cómo está afectando la tecnología a los adolescentes.

Pues chavales agarraos que vienen curvas. Aunque quizás algo bueno tenga, las Malasmadres por fin podremos cumplir eso de irnos de fiesta con lentejuelas, taconazo sin salir del baño. Ay, me doy pena de mí misma si lo visualizo. No he dicho nada.