El lunes a acelgas. Es una frase que suelo oír estas fechas, sobre todo mientras degusto la cena de Nochebuena o la comida de Navidad. Estas fechas son de excesos con la alimentación y la bebida, junto con la promesa de “compensarlo” con miles de remedios nutricionales entre unas fechas y otras.

También está la otra vertiente que dice “de perdidos, al río”, donde se dejan arrastrar por la oferta gastronómica casi continua de dulces, alimentos grasos y alcohol, y completan con “una vez al año no hace daño”. Algo que tampoco es cierto, ya que no es “una vez”, son 15 días de fiestas, y no es la única fiesta del año. Que cuando queremos darnos cuenta estamos en Semana Santa con las torrijas.

Compensar no compensa

Lo que está claro es que somos conscientes de que es un exceso y algo tenemos que hacer. De una forma más o menos acertada, sabemos que no hemos comido bien y que nuestro cuerpo se resiente si seguimos por este camino mucho tiempo. El problema no es la intención. El problema son las soluciones que muchas veces nos venden, o nos vendemos personalmente buscando una lógica a la nutrición que la mayoría de las veces no tiene.

Me preocupa especialmente el término “compensar”. Compensar los excesos (de azúcares, grasas, sal, alcohol, etc.) y las deficiencias (fibra, vitaminas, minerales, antioxidantes, etc.). Tratamos a la nutrición como si de una suma y resta se tratara, y el cuerpo (o mejor dicho, la fisiología humana) funciona son sus propios mecanismos de regulación ancestrales.

Por decirlo de una manera sencilla, lo raro para nuestro cuerpo es la gran disponibilidad de alimentos y nutrientes que nos rodea. A lo largo de la historia del hombre lo que ha imperado es la carencia de comida. No siempre se podía comer de todo y todas las veces que se recomiendan ahora. Por eso el cuerpo ha generado sus propios mecanismos que es mucho más sofisticado y complicado que hacer que la ecuación se quede a cero.

Me explico: como me he pasado comiendo, al día siguiente como menos y “compenso”. O dicho matemáticamente, uno menos uno, igual a cero. Me quedo como estoy. Esto es lo que nunca funciona en nutrición. Hoy te has pasado, pero mañana es otro día. Y hay nutrientes que, te pases o no, necesitas todos los días, como, por ejemplo, las vitaminas y minerales.

Además, el hambre, entre otras muchas cosas, se regula por hormonas. El cuerpo secreta hormonas para que se activen las señales del hambre. Y si no comes, sigue secretándola y se “acumulan”, lo que da la voz de alarma de “me falta comida” y se activa el “modo ahorro”: lo primero que entre, al banco de ahorro llamado “reserva grasa corporal”. Todo esto añadiendo que aparece la ansiedad, la cual, cuando hace acto de presencia, la racionalidad se ve eclipsada por la irracionalidad y hace que devoremos cualquier cosa. Cualquier cosa que en el mundo que vivimos suele ser lo que más calorías, grasas y azúcares tenga.

Normal, hemos activado nuestro “modo ahorro” en el cuerpo. Cuando pasas necesidades económicas y te toca la lotería, vas corriendo a cobrar el décimo y a ingresarlo en el banco. Y ahorras, no sacas dinero, “por si acaso vuelven las vacas flacas”. ¿Te sorprende ahora lo difícil que es perder grasa cuando queremos adelgazar?

Mejor que compensar, complementa

Entonces, ¿cuál es la solución? Los expertos solemos decir que volver a nuestra rutina saludable de alimentos. Pero viendo las cifras de obesidad y sobrepeso, así como las enfermedades crónicas íntimamente relacionadas con la nutrición, volver a lo que siempre hacemos puede que tampoco sea la mejor solución. Nos queda aún mucho que aprender, no a comer, que de eso sabemos de sobra, si no a relacionarnos con un entorno donde nos sobra comida. Así de crudo.

Por eso, la palabra que creo que mejor define lo que tenemos que hacer después del primer “gran banquete” de Navidades, y a las puertas del siguiente, es COMPLEMENTAR. Dicho de otra manera, comer los alimentos que han brillado por su ausencia estos días en nuestras mesas más opíparas y de celebración.

1. Frutas y verduras

Puede que hayan asomado la nariz tímidamente como parte de una salsa, en alguna elaboración o como adorno del plato. Pero seamos sinceros: las frutas y verduras no suelen estar estos días en las mesas. No voy a repetir lo ricas que son en fibras, antioxidantes o micronutrientes. Tan solo recordaré que complementemos y entre fiestas, pongamos bien cargados nuestros platos de verduras y frutas porque el cuerpo lo necesita. Ni son détox, ni arreglan nada de lo que hemos hecho. Simplemente son necesarias.

2. Cereales integrales

Cereales, sin embargo, si ha habido estos días en la mesa: hojaldres, pan, tostadas, picos, regañás, … Pero bien blanquito, sin rastro del salvado que es tan rico en fibra o el germen que es donde se concentran los nutrientes. Por eso, estos días, también son fechas para recordar que necesitamos cereales integrales para que nuestro cuerpo no achaque deficiencias.

3. Proteínas magras

La proteína es otro nutriente para no olvidar. Aunque seguro que carne y pescado sí estaba en el menú. Entre semana debemos seguir aportando proteína al cuerpo, pero deben ser las versiones bajas en grasa. Pescado blanco, carne blanca, huevos, frutos secos, legumbres, lácteos, … Como decimos, complementar las carnes grasas y pescados azules que hayan podido estar este fin de semana en la mesa, y que, probablemente, vuelva a aparecer el próximo.

4. Agua

Es fundamental. Sobra decirlo. No por nada es el primer tema que se estudia en bioquímica durante la carrera. Y es que no es lo mismo beber que hidratarse: porque beber, hemos bebido, y no necesariamente alcohol. Pero seguramente que agua, lo que es agua, poca. El mejor plan “détox” es tener unos riñones y un hígado sanos, y para ello, necesitamos beber agua. Ni más, ni 2 litros obligatorios cada día. Pero si el agua que necesitamos, por eso, acostúmbrate a ponerla siempre en la mesa cuando comas o cenes. Te hidratarás y evitarás que aparezca otro tipo de líquidos a acompañar la comida.