Parecía que para muchas Comunidades Autónomas no iba a llegar. Pero a partir de mañana mismo toda España estará, como mínimo, en la fase I de la desescalada del confinamiento que hemos vivido. Es decir, una vuelta progresiva a la normalidad y a salir a la calle, en unas comunidades con más restricciones que en otras. Pero en todas parece que el sentimiento es el mismo: vuelta a socializar.

¿Qué ha pasado en estos meses donde hemos estado la mayor parte del tiempo (por no decir, en algunos casos, todo el tiempo) en nuestras casas? Seguro que no sorprendo a nadie cuando digo que hemos estado visitando la nevera y nuestra despensa más de lo que nos gustaría y deberíamos. Dicho de otra manera: que hemos comido y cocinado más de la cuenta. O, por lo menos, más de lo que lo solíamos hacer, y más de lo que necesitábamos.

En resumen, que muchos tendremos un par de kilos que aún no contábamos con ellos. Los esperábamos a la vuelta del verano, fruto de los chiringuitos, las terrazas y las comidas con familiares y amigos. Fruto de unas merecidas vacaciones y de la reaparición en nuestras vidas de los helados, las tapas y las bebidas típicas del verano.

De la 'operación bikini' a la 'operación desescalada'

El confinamiento empezó cuando aún llevábamos abrigos y los días no tenían tantas horas de luz. Pero, ahora que empezamos a asomar la cabeza a la calle, de repente, hace más calor y anoche mucho más tarde. Algo que nos indica dos cosas fundamentalmente: que se acerca el verano (summer is coming) y, con él, la famosa operación bikini.

Aunque este año, con la incertidumbre que aún tenemos, más que hacer dieta para lucir cuerpo en bañador, el objetivo es bien diferente a años anteriores: quitarnos los kilos acumulados en el confinamiento y volver a ponernos 'ropa de calle'. Si algo tienen los pijamas y la ropa de 'estar por casa' es que es ancha, cómoda y no avisa de que estamos aumentando de talla.

Sea por el motivo que sea, ambas 'operaciones' tienen algo en común: el erróneo planteamiento de perder peso de forma exprés. Es decir, ser capaces de quitarnos todo el peso ganado (más el que ya arrastrábamos de navidad y semana santa) en unas pocas semanas. Algo que, tanto especialistas como las Autoridades Sanitarias nacionales y mundiales alertan, puede ser peligroso. En especial por la aparición temprana que estamos viviendo de las famosas “dietas milagro”.

De hecho, AECOSAN, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, ya alertaba de que puede suceder. Según esta agencia, periódicamente aparecen. En el mercado nuevas dietas de adelgazamiento, difundidas a través de programas de televisión, revistas de moda o alimentación, Internet, o, simplemente, el boca a boca, se propagan y que tienen en común la promesa de una pérdida de peso rápida y sin esfuerzo.

Dietas milagro para sus promotores

Detrás de estas 'dietas' el verdadero milagro es para quien las vende y las inventa, ya que, más que perseguir la pérdida de peso, detrás hay un interés económico. Este tipo de planes de alimentación no promocionan una alimentación sana y equilibrada. Simplemente disminuyen las calorías que comemos de forma severa que nos suele llevar a una carencia de vitaminas y minerales, así como alteraciones metabólicas en el cuerpo.

Por no hablar de la monotonía alimentaria a la que nos sometes cuando nos eliminan grupos de alimentos o, se centran en el consumo masivo de uno con presuntas propiedades adelgazantes. Haz un ejercicio mental. ¿Cuántas conoces? Yo empiezo la lista: la dieta de la piña, de la alcachofa, del sirope de arce, de la sopa, de la cebolla, de los batidos de proteínas (y, detrás de esta, grandes marcas comerciales con grandes beneficios económicos), etc.

Perder peso mueve mucho dinero, y estas marcas lo saben. Igual que saben de nuestro deseo de perder peso de forma rápida y sin esfuerzo. Y que somos capaces de pagar grandes cantidades de dinero durante mucho tiempo (cuanto más tiempo, mejor para ellos) con tal de vernos delgados. Incluso siendo capaces de poner en peligro nuestra salud. Y aprovechan la situación. Más este año, que no tendrán que esperar mucho, ya que la situación ha hecho que ya empecemos a querer perder peso para volver a salir a la calle.

Los peligros de las dietas milagro

Son peligrosas. Mucho más de lo que nos imaginamos. De hecho, muchas son auténticas locuras contra la salud y viejas conocidas de los dietistas-nutricionistas. Muchas con nombre propio como Dukan, Atkins o Montignac (o, como he dicho, con marcas comerciales detrás de batidos adelgazantes, saciantes, liporeductores y, por qué no, detoxificantes y reductores de la celulitis).

Y, aunque está de sobra demostrado científicamente sus peligros, se sigue viendo cómo muchas personas siguen haciéndolas en un intento desesperado de adelgazar sin hacer la verdadera reflexión que deberían plantearse: qué tengo que cambiar en mi alimentación y en mis hábitos para siempre para que nunca tenga que volver a hacer dieta.

Pero el pastel es demasiado goloso, como ya he comentado. Se calcula que, en España, actualmente, hay más de 5 millones de personas 'a dieta'. Y que 6 de cada 10 de estas personas elige una dieta 'exprés' o milagro. Además, no es solo cosa de mujeres. Con el paso de los años hemos evolucionado y la pérdida de peso se ha democratizado entre los sexos. Actualmente perder peso es cosa tanto de hombres como de mujeres. Por lo que los hombres también hemos caído en las garras de este tipo de dietas.

¿A qué precio? A costa de llevar una alimentación que no aporta toda la cantidad de vitaminas y minerales que necesitamos, así como otros nutrientes. Y que en el mejor de los casos nos va a conllevar debilidad, falta de energía, flacidez, piel arrugada y seca, uñas quebradizas, caída de pelo, mal olor de nuestro sudor y aliento, apatía o dolor de cabeza. Pero que, mantenidas en el tiempo, además del famoso efecto rebote, puede conllevar un mayor riesgo de enfermedades crónicas (para toda la vida) como la diabetes, el cáncer o enfermedades cardiovasculares.

Todo por no haber hecho lo que deberíamos hacer: corregir en nuestro día a día, en nuestra forma de comer, lo que ha hecho que engordemos. Algo de lo que somos conscientes si, de verdad, hacemos una reflexión sobre nuestra alimentación. Pero sabemos que va a ser un proceso lento, gradual y que, seguramente, no lleguemos a salir a la calle habiendo perdido todo lo que hemos engordado.

Adelgazar con salud

No podemos pretender perder 5 kilos en una semana. Es una locura para nuestro cuerpo. Imagina qué señales de alarma le estamos dando. Un cuerpo que no entiende de estética, si no que, solamente ve que está perdiendo su reserva de energía, su reserva de 'supervivencia' a un ritmo extremadamente acelerado. Evidentemente se va a defender y no le va a dar tiempo a gestionarlo de forma saludable.

Lo normal es que, además de grasa corporal, perdamos músculo y agua. Y la deshidratación, además de darnos dolor de cabeza y otros síntomas, supone un estrés para el hígado, el riñón o el corazón. Por eso, cuando un dietista-nutricionista plantea un plan de pérdida de peso, siempre nos marcamos un objetivo de, máximo, un kilo a la semana o 4 kilos al mes. Para que la pérdida de peso sea solo de grasa corporal y respetemos al máximo la salud de los órganos.

Porque adelgazar no es cosa de estética, es cosa de salud. Y es un proceso corporal. Es decir, nos afecta por dentro, no es solo quitarnos los 'michelines'. Y como tal, tiene que hacerse con cuidado, con mimo, y, sobre todo, con conocimiento de causa. De la misma manera que no me iría a quitar una muela a una persona que no fuera un dentista, no deberíamos plantearnos confiar nuestro adelgazamiento a ningún iluminado que no tenga una titulación que le acredite a hacerlo con el mínimo impacto para nuestra salud.