Una de las batallas más duras de librar para un padre y una madre con sus hijos es el tema de la comida. Enseñar a comer bien, a establecer unos buenos hábitos nutricionales y a corregir desviaciones por exceso y por defecto se hace día a día. En cada una de las comidas que se hacen en el día. Solo hace falta preguntar en la puerta de un colegio y pocas veces escucharemos lo de "el mío come de todo". Aunque hay casos que es así.

Es en la infancia cuando muchas costumbres en las comidas se nos marcan a fuego y nos acompañan el resto de nuestra vida. Pero también es una etapa donde el hedonismo es más poderoso que la razón. Un niño no come porque tenga conciencia de la salud y de la prevención de enfermedades en el futuro. Un niño come como le han enseñado y porque le gusta.

Y aunque se sobreentiende la buena intención de los padres en enseñar y dar lo mejor a sus hijos cada día en el plato, la batalla de la comida no es, ni de lejos, algo fácil de manejar día a día. El agotamiento hace mella y el estar estableciendo las rutinas una y otra vez hasta que se hacen fijas convive con nuestro ritmo de vida, nuestros problemas y nuestras preocupaciones.

Obesidad infantil, una epidemia española

Ahora que las palabras epidemia, incluso pandemia, se han hecho tan frecuentes en las conversaciones a causa de la Covid, parece que no existen otras. Nada más lejos de la realidad. Existen otras y algunas van a tener un impacto incluso mayor que la que estamos viviendo en nuestros días a causa del coronavirus.

Concretamente la obesidad infantil es una de ellas. Y vistas las cifras de obesidad y sobrepeso que ya manejamos, no va a hacer falta que pasen muchos años para que empecemos a notar las consecuencias de forma generalizada en la población. De hecho, 4 de cada 10 niños españoles ya tiene sobrepeso u obesidad según datos del estudio ALADINO 2019 del Ministerio de Consumo y la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN).

Aunque según los datos hay una ligera tendencia a disminuir estas cifras desde 2011, y se observa una estabilización desde 2015, no deja de ser una cifra muy alta entre niños de 6 a 9 años. En este estudio han participado más de 16.000 niños y niñas de entre 6 y 9 años y, siguiendo los estándares de la Organización Mundial de la Salud, el 40,6 % de los menores tiene un exceso de peso.

Lo que llama la atención es que, a pesar de que 4 de cada 10 niños tiene exceso de peso para su edad, estatura y sexo, la mayoría de los padres y madres creen que sus hijos están en un peso normal. Tan solo el 11,7% de los padres piensan que sus hijos tienen un "ligero sobrepeso". El estigma del "niño gordito, niño sano" sigue sobre nuestras cabezas.

Otro dato de interés del estudio resalta que, a mayor edad, mayor prevalencia de sobrepeso. Mientras el exceso de peso está presente en un 35,3% de los niños y niñas de 6 años, a los 9 años esta cifra aumenta al 44,8%. Además, cuando se estudió qué enfermedades estaban más presentes en las familias de estos niños, la hipercolesterolemia, la hipertensión y la diabetes hacían acto de presencia.

El desayuno, un momento clave

Comer bien hay que hacerlo siempre. Sea la hora que sea. Y ninguna comida es menos importante que otra. Aunque parece que las meriendas y los desayunos son los momentos "dulces" donde la indulgencia es mayor. De hecho, este estudio ALADINO muestra datos preocupantes con respecto a la primera comida del día.

Según los resultados que se obtuvieron, en los desayunos habituales de los menores la leche tenía una presencia muy fuerte en el 82,4% de los encuestados. Le seguían las galletas (57,5%), el pan o tostadas de pan (54,1%), los cereales de desayuno (45,2%) y sólo un 20,1% tomaba fruta fresca. Y lo peor de todo, 3 de cada 10 niños no desayunaban todos los días.

A grandes rasgos, parece que seguimos teniendo el hábito de dar "dulces" para desayunar a los niños como son las galletas o los cereales de desayuno, los cuales, la gran mayoría, vienen cargados de azúcares añadidos, grasas de mala calidad y sal. De la misma manera que la fruta no tiene casi presencia, cuando sería un buen momento para incluirla, especialmente fresca y no en forma de zumo.

Demasiada presencia de bollería

No solo podemos culpar a un mal desayuno. En esta misma encuesta se pone de manifiesto que alimentos de consumo ocasional (y opcional, es decir, que no son necesarios para una alimentación correcta) como son las galletas, los refrescos, las golosinas y otros ultraprocesados están demasiado presentes en la dieta de nuestros niños.

¿Qué están comiendo los niños y que deberíamos alejar de ellos? Según este estudio, el foco estaría en la alta presencia de galletas, pasteles y bollos, bebidas azucaradas, snaks salados y comida precocinada. Por dar algunos datos, el 25% de los niños encuestados comía 4 veces o más a la semana galletas, pasteles o bollos. Mientras el 9,7% tomaba bebidas o néctares de frutas o verduras con azúcares añadidos 4 o más veces a la semana.

Alimentos a evitar en los niños

Por no aburrir con datos y más datos, vamos a hacer la explicación a la inversa: ¿Qué alimentos están consumiendo en exceso nuestros niños y deberíamos alejar de su día a día? En resumen: todos aquellos que son ricos en grasas de mala calidad, azúcares y sal, y que a su vez tienen un bajo aporte de fibra, vitaminas y minerales. Pero en concreto deberíamos de dejar para los cumpleaños y fiestas los siguientes:

Galletas, pasteles y bollos

Bebidas o néctares de fruta o verdura con azúcares añadidos

Batidos

Caramelos, golosinas o chocolate

Snacks salados (patatas fritas, maíz frito, palomitas o cacahuetes)

Refrescos con azúcar

Pizzas, patatas fritas, hamburguesas, salchichas o empanadas

Un gran margen de mejora

Cuando hablo de este tema con los padres suelo detectar un problema común: no darse por aludido. Como hemos dicho antes, parece que nos cuesta reconocer que nuestro hijo necesita mejorar la dieta, o que está en exceso de peso. Pero los datos dicen todo lo contrario.

Se calcula que solo 1 o 2 de cada 10 niños hace bien la dieta mediterránea, mientras que entre 7 y 8 de cada diez niños necesita mejorarla, y 1 de cada 10 tiene una dieta de muy baja calidad. Así que, por estadística, tenemos muchas papeletas para que nuestros hijos tengan que mejorar su alimentación. Necesitamos aumentar el sentimiento crítico de qué comen nuestros niños.

¿Cómo? Podría escribir uno y mil post sobre ello. Incluso diferenciando según la etapa de la infancia y sus necesidades a lo largo de los años. Pero creo que puedo resumir en una sola frase la mejor manera de empezar a hacer que los niños coman mejor: come mejor tú.

No podemos pretender que nuestro hijo o hija se coma la coliflor si nosotros no nos la comemos. No podemos querer que coman más fruta si en nuestra nevera no hay fruta. Y no podemos enseñar sin predicar con el ejemplo. Este sería uno de los primeros pasos y consejo que daría a los padres. Los niños aprenden mucho por imitación, por lo que enseñar haciendo es el primer paso.

Y a partir de ahí, podemos empezar a hablar todo lo que queráis. Para eso estamos.