Si hay algo que ha aumentado de forma importante en estos días de confinamiento han sido los problemas de sueño en todas las edades. Estos problemas han ido desde múltiples despertares en los más pequeñitos hasta insomnio en los adolescentes y adultos, pasando por empeoramiento de las pesadillas o de los terrores nocturnos en los niños entre dos y cinco o seis años. Pues bien, vamos a aprender las diferencias y a conocer la mejor manera de ayudarles.

Los terrores nocturnos y las pesadillas forman parte de lo que los médicos llamamos "parasomnias" y se presentan en el desarrollo normal de los niños. Por tanto, primer mensaje de tranquilidad: la inmensa mayoría de las veces son normales y desaparecerán con el tiempo.

Aun así, cuando los episodios son muy llamativos o violentos siempre es conveniente consultar con el pediatra para descartar patología.

¿Qué son las pesadillas?

Son episodios desagradables y angustiosos que se producen durante el sueño REM. Se pueden presentar en cualquier momento, aunque es más frecuente en el último tercio de la noche. El niño se despertará asustado, sudoroso, taquicárdico y con ansiedad. ¿Quién no ha tenido pesadillas? ¿Verdad?

Además, recordará todo lo sucedido al detalle, e incluso creerá que ha ocurrido en la vida real. Nos resultará fácil despertarles, aunque lo complicado a veces es conseguir que se vuelvan a dormir por el miedo a que se vuelva a presentar.

¿Qué podemos hacer ante una pesadilla?

- Acudir en su ayuda, por supuesto, e intentar despertarle suavemente, con palabras de cariño y caricias. El pico máximo de las pesadillas se produce entre los cuatro y los ocho años, "la edad de los miedos".

- No le preguntes qué ha soñado, guarda tu curiosidad en el cajón, eso no le ayudará en ese momento y reforzarás el miedo.

- Si es él el que te da los detalles, yo utilizo un truco: ridiculizar al causante de la pesadilla. Es decir, si ha soñado con un monstruo de tres cabezas que entraba por la ventana, le digo: "¡Mira, si está vestido de flamenco y está bailando reguetón! -nos empezamos a reír las dos-, y ahora seguro que bajará a la cocina y nos preparará el desayuno mientras canta el himno del Atleti -y nos reímos todavía más"-.

¿Y los terrores nocturnos?

La prevalencia estimada es mucho menor que las pesadillas. De hecho, solo se presenta en un 1-5% de niños en edad escolar. Es típico a los tres o cuatro años, aunque pueden presentarse antes y después.

Los terrores nocturnos son episodios de terror, de auténtico pavor que se producen en fase No-REM del sueño, generalmente en el primer tercio de la noche en el que, de pronto, oiréis a vuestro hijo gritar de forma súbita y violenta.

Probablemente son las parasomnias más angustiosas y "violentas" de todas. Cuando acudís a su habitación lo veréis con los ojos abiertos (aunque está profundamente dormido), gritando. Incluso se mostrará agresivo.

Las manifestaciones son mucho más llamativas que las de las pesadillas. Si de verdad lo habéis vivido habréis comprobado que el niño está "poseído". De hecho, al acercarte a él no es raro que te lleves un manotazo o una patada. ¡Cuidado!

El niño, a diferencia de en las pesadillas, no recordará absolutamente nada de lo sucedido, lo cual te parecerá imposible porque, cuando haya acabado todo, tú estarás al borde del infarto y la que no pegarás ojo serás tú recordando a "la niña del exorcista".

Los episodios son breves, no suelen durar más de 10 minutos, aunque a ti te parezca que ha sido media noche. Es muy difícil despertarles. De hecho, está desaconsejado. Hay más probabilidad de que los tengan en épocas de estrés, de malos hábitos de sueño, de enfermedad o junto con fiebre.

Entonces, ante los terrores nocturnos ¿qué puedo hacer?

- Acércate con suavidad. No intentes razonar con él, simplemente has de velar por su seguridad y porque no se haga daño.

- No le despiertes, mantén la calma; ahora ya sabes lo que es.

- En las guías recomiendan no intervenir. No hacer nada. En ocasiones, nuestra intervención puede empeorar las cosas.

- Cuando haya terminado, acuéstale nuevamente, dale un beso de buenas noches y a dormir

- Si se hacen muy largas en el tiempo o los episodios son muy violentos y llamativos, no dudéis en comentarlo con el pediatra, quien en casos puntuales quizá tenga que derivarlo o realizar un estudio del sueño para descartar fundamentalmente crisis epilépticas. Aunque tranquilos, esto no es lo habitual, ni mucho menos.

Como comentamos, hay más probabilidad de tenerlos en épocas de estrés, de cambios importantes en su vida, de malos hábitos de sueño, de enfermedad o junto con fiebre. En mi caso, cuando alguno de mis hijos tiene fiebre, ya doy por hecho que me pasaré parte de la noche en un "ay" constante… Los gritos que dan cuando empieza el episodio me hacen saltar de la cama de un brinco.

Además, aquí en esta casa hay para todos: mi hija, con pesadillas y somniloquios (hablar mientras duerme). Bueno, ella no habla, imparte auténticas conferencias mientras duerme. Mi hijo sin embargo, cuando era pequeñito empezó con los terrores nocturnos y ahora nos adentramos en el 'maravilloso' mundo del sonambulismo del que os hablaré la semana próxima.