Phoebe Waller-Bridge se ha superado a sí misma. ¿Verdad? La primera temporada de Fleabag, tan inteligentemente hilada, tan disparatada, tan cómica, tan trágica, ha sido inmediatamente superada por la segunda. Cada capítulo es una obra maestra, una reliquia, una joya. Pero nos han jodido bien: la creadora y protagonista de una de las mejores series de nuestra vida ha declarado que ya no habrá continuación. ¡Qué desazón! ¿Os acordáis de la angustia cuando veíamos la segunda temporada de Enlightened, la serie creada y protagonizada por Laura Dern, y sabíamos que no iba a haber más temporadas, allá por el 2011? No hay derecho.

Una de las cosas que más me han llamado la atención de la serie es cómo la creadora ha dotado a cada personaje de particularidades muy identificables y estereotipadas y ha sabido llevarlo al extremo, a la caricatura, sin que chirriase, pareciera impostado o algo que ya hubiéramos visto 1.000 veces. Cada personaje es único, original y seductor. Su ex novio hipersensible que -en la escena de la ducha en la primera temporada-, cuando ella le da un susto, él llora desconsolado ante la nefasta sorpresa. O el cuñado gañán alcohólico que en presencia de su esposa, cuando lleva una copa de más, suelta insinuaciones sexuales nada sutiles a cualquier mujer que esté alrededor. Su madrastra egomaníaca, pasivo agresiva, una genial Olivia Colman que interpreta a una artista excéntrica que solo busca atención. O su hermana Claire, una mujer sin sentido del humor, fría, impenetrable y ahogada por su necesidad de tenerlo todo bajo control pero incapaz de lidiar con las emociones o enfrentarse a ellas. Cada personaje tiene su universo propio, se distingue, es importante, es hilarante, y juntos se complementan, conectan y son pura comedia. Véase todo el primer capitulo de la segunda temporada, que transcurre en una cena en la que todos coinciden y nadie se soporta. Oro puro.

Fleabag no solo nos ha hablado sin tapujos de sexo anal o de la masturbación femenina -recordemos que su novio decide abandonarla cuando la descubre masturbándose con un discurso de Barack Obama-, sino que la propia protagonista, rompiendo la cuarta pared, nos confesaba a los espectadores que estaba obsesionada con el sexo, que no podía dejar de pensar en sexo. Aunque Fleabag nos presentara al principio a una mujer soltera que tiene el control de su propia vida, que se acuesta con quien elige y que regenta un pequeño café y es independiente y decidida, las grietas aparecen enseguida, y nos damos cuenta que la protagonista intenta convertir de manera compulsiva cualquier situación, por mundana que sea, en algo sexual: en un momento dado hasta coquetea con un perro. Y entonces nos volvemos conscientes de que ella, con lo que verdaderamente está obsesionada, es consigo misma y el trauma que arrastra tras la muerte de su mejor amiga, o supongo que incluso antes. Es egoísta, cruel, cínica, apática y una egocéntrica sideral. Pero la adoramos, porque ella lo sabe también. Y así se convierte en nuestra mejor amiga. Porque nos ha hecho partícipes de su dolor y de su origen abriéndose en canal en la narración. Nos mira, nos habla, se desnuda, la conocemos, la queremos con sus errores y con sus aciertos. Pero es que además ella es divertidísima. Y la diversión siempre nos ha salvado. ¿Acaso no?